miércoles, mayo 20, 2009

Los bebès cuyas madres fuman son màs proclives a fumar de adultos.



Una reciente investigación afirma que los niños cuyas madres fumaron durante el embarazo y/o en sus primeros años de vida parecen estar más predispuestos a fumar en su adolescencia o como adultos jóvenes.

Una reciente investigación afirma que los niños cuyas madres fumaron durante el embarazo o en sus primeros años de vida parecen estar más predispuestos a fumar en su adolescencia o como adultos jóvenes.

Y esto agrava -en el largo plazo- los daños materiales que sufren a partir de la exposición al humo.

"Ya es algo bien sabido que el tabaquismo materno influye en el desarrollo del feto en muchas formas, contribuyendo –por ejemplo- al bajo peso al nacer, al parto prematuro y otra serie de problemas de salud después del nacimiento", explica el profesor Roni Grad, pediatra de la Universidad de Arizona.

"Y numerosos estudios anteriores han sugerido que el tabaquismo materno durante el embarazo puede aumentar el riesgo de que esos chicos, de adultos, se conviertan en fumadores regulares. Pero el impacto de la exposición al humo de cigarrillo en los primeros meses de vida no era algo que tuviéramos claramente determinado y diferenciado de la exposición prenatal".
Ahora eso se concretó y los resultados del estudio se presentan hoy, 19 de mayo, durante la Conferencia Internacional en San Diego que realiza la American Thoracic Society.

DETALLES

Para determinar el impacto del tabaquismo materno durante el embarazo y la primera infancia, y que pasaba cuando esos jóvenes entraban a la adultez, los investigadores bases de datos. Y encontraron que quienes, a los 22 años, fumaban, tenían –en mayor proporción- antecedentes en madres que fumaron durante su embarazo o los primeros años de vida del bebé.

"Los datos nos indican que hay un un efecto biológico en juego, y que eliminando el tabaquismo materno durante el embarazo y los primeros años del niño es posible reducir el riesgo de que sus hijos se conviertan en fumadores habituales al llegar a la adultez", concluyó Grad.
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Periodismo.com

El Otro Punto De Vista.


Hagase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Mateo 6:10

Tierra/Cielo - ¡sorprendente! ¡Incomodo! Claro que para nosotros no lo es porque no estamos saturados de las Escrituras hebreas. Pero los discípulos si lo estaban. Ellos esperarían “cielo y tierra” no “tierra y cielo.” Si revisas el Antiguo Testamento encontraras esta frase una y otra vez, pero no en el orden que sugiere Yeshua. ¿Por qué?

¿No te incomoda aunque sea un poco que esta oración tan familiar contiene tantas cosas que deberían provocar preguntas? ¿No es un poco perturbador que nunca hemos preguntado? Quizás estamos tan anestesiados por nuestra propia cultura religiosa que ya no escuchamos lo que dice Yeshua. Necesitamos regresar. Necesitamos hurgar y escarbar y cuestionar y preguntarnos – todo el tiempo – para salirnos de la caparazón aislante de nuestro entrenamiento religioso. Si deseamos ver la maravilla de la introspección y educación de Jesús, de alguna manera debemos hacer preguntas más profundas.

El cielo y la tierra son preguntas muy grandes. La razón por la que las Escrituras Hebreas utilizan estas palabras en ese orden (cielo, y después tierra) es que las Escrituras hebreas hablan sobre Dios, no sobre el hombre. Toda la autoridad le pertenece al Creador de los cielos y la tierra. La perspectiva de la revelación divina viene del cielo. Seguro que Dios trata con aquellos en la tierra, pero su involucramiento tiene una perspectiva cósmica. Este no es el dios local de la fertilidad aquí. Este es El Shaddai – el Todopoderoso.

Entonces Yeshua cambia la perspectiva. Ahora nosotros oramos, y eso significa que debemos reconocer donde caminamos nosotros, no Dios. Lo que vemos es que el modelo de oración de Yeshua asume que existe disparidad entre el cielo y la tierra. Esta no es la apreciación del Dios soberano. Su voluntad siempre se hará. Esta es la perspectiva del hombre quién recién declara que el Padre se manifieste en el. Desde nuestra perspectiva, la soberanía de Dios debe convertirse en nuestra realidad. Es tierra y cielo hasta que reine y gobierne el Padre sobre todos. Entonces regresaremos al inicio, cuando creó Dios los cielos y la tierra.

Pero eso no significa que esta petición se consuma en el esfuerzo humano o en la visión humana. No, aun se trata de la voluntad inescrutable de Dios. La creación aun es Suya. Lo que manifestamos en esta petición es nuestro deseo de verlo gobernar sin oposición, en nosotros y en toda SU creación.

Adicionalmente, esta petición clama por la revelación de la voluntad activa de Dios en esta tierra como lo es en el cielo. No existe ser en el ámbito celestial con duda alguna sobre el poder y la majestuosidad de Dios, ni carecen de demostraciones visibles de Su poder y gloria. ¡Pero nosotros sí! “La voluntad de Dios en el pasado y el presente se ejecuta casi en secreto por todo el mundo” (Lohmeyer). Y ese es el problema. Debemos orar que Su voluntad sea primera aquí en la tierra, que la mano escondida del Todopoderoso se descubra en nosotros y se revele al mundo. Eso es lo que significa ser la sal y la luz.

Di estas palabras conmigo. “Hágase Tu voluntad, en la tierra, en mi, en mi casa, en mi vecindario, en mi ciudad, en mi cultura – que Tu se manifiestes y que yo sea Tu luz – como en el cielo.”
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Dr. Skip Moen
AtGodsTable.com

martes, mayo 19, 2009

La Tolerancia entre el error y la verdad.



por Enric Capó

En el principio de este artículo sobre la tolerancia quisiera citar literalmente la definición que de ella hace el Diccionario de la Real Academia de la Lengua:
“Respeto o consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras” .../..

Y quiero hacerlo así para salir al paso de afirmaciones falsas o sesgadas que la definen como “mirar hacia otro lado” o “hacer la vista gorda”.
La tolerancia no es una actitud vergonzante que, para no ver lo que pasa a su alrededor y no comprometerse, esconde la cabeza bajo el ala.
Todo lo contrario. La tolerancia no tiene nada que ver con debilidad ni disimulo. Es una actitud abierta y consciente, tomada y mantenida con firmeza y orgullo, que defiende los derechos de todos los hombres a expresar sus convicciones libremente y vivir de acuerdo con ellas, mientras éstas no destruyan la convivencia ni atenten contra el bien común aceptado por toda la sociedad.

La tolerancia, así entendida, no tiene nada que ver ni con la verdad ni con el error. Sólo tiene que ver con el respeto y la consideración que merecen los demás.

Hay una idea totalmente falsa que se expresa a menudo y es muy usada en círculos evangélicos fundamentalistas que afirma que, aun siendo respetuosos con las personas, no se puede ser tolerante con el error.
Parece que esta distinción entre el error y el que yerra exonera al que la hace de ser tachado de intolerante. Aceptamos las personas -dicen- pero no toleramos lo que afirman. No se dan cuenta que sobre esta base se construye el edificio de la censura, tanto en la iglesia como en la sociedad. Y la censura es una de las señales más evidentes de la intolerancia.

Si aplicamos, por ejemplo, esta actitud en el caso de la oposición de las iglesias a la homosexualidad -de la que tanto hoy se habla- pronto nos daremos cuenta de que esto nos llevará inexorablemente a marginar a los homosexuales, a no ser que éstos renuncien a sus convicciones.

El error que está en el fondo de esta manera de argumentar es la peregrina idea de que alguien puede distinguir objetivamente entre la verdad y el error. Decir que “el cristianismo es tolerante… pero a la vez es intolerante con las ideas contrarias a la verdad” es tratar de elevar la verdad subjetiva a la categoría de objetiva, lo cual no es de recibo. Siempre estará presente la falibilidad humana, la posibilidad objetiva de que estemos equivocados.
Todo discurso que se basa en la posesión de la verdad objetiva es intolerante y, más tarde o más temprano, puede llevar a la conclusión de San Agustín de que “el error no tiene derechos”. Esta doctrina se nos aplicó a nosotros, los protestante, durante la época franquista.

A los que así piensan les aconsejaría que leyeran al filósofo Karl Popper quien, en su obra “En busca de un mundo mejor”, hace un detallado estudio de la verdad objetiva y la distingue cuidadosamente de nuestras verdades. Estas son, a lo sumo, aproximaciones a la verdad. Y nos cita unos versos de Jenófanes:

Pero respeto a la verdad certera, nadie la conoce,
ni la conocerá; ni acerca de los dioses,
ni sobre las cosas de las que hablo.
E incluso si por azar llegásemos a expresar
la verdad perfecta, no lo sabríamos:

Pues todo no es sino un entramado de conjeturas”
Y añade Popper: “no existe un criterio infalible de verdad: nunca, o casi nunca, podemos estar seguros de que no estamos equivocados”.

Una de las condiciones imprescindibles de la tolerancia consiste en aprender a distinguir entre la verdad objetiva y nuestras verdades. Para nosotros, cristianos, decir que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida es una verdad que está profundamente arraigada en nuestro corazón y la proclamamos con firmeza, pero sabemos que no es una verdad objetiva.
Son muchísimos los que nos dirán que es falsa. Lo mismo pasa con el Islam cuando nos dicen que Mahoma nos transmite la última y definitiva revelación de Dios. Para ellos será cierto, pero no para nosotros.

Esto que decimos con carácter general, lo podríamos aplicar a la Biblia y su interpretación. Una cosa es afirmar la validez de la frase “sola Scriptura”, que puede ser punto de referencia de todos los protestantes, y otra muy distinta es pretender que nuestras interpretaciones particulares tengan su misma autoridad.
La tolerancia significa que cada uno proclamamos lo que creemos, sin impedimentos ni cortapisas, y nos respetamos los unos a los otros (Ro 14), sin descalificaciones ni exclusiones.
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Enric Capó

Nuestra mente: divino tesoro.


Ángel Fernández, España

El mundo de la mente humana está lleno de tremendas complejidades. Esto es algo sabido por todos. Lo que es quizá menos sabido es que muchas de nuestras creencias (que consideramos) cristianas, a menudo carentes de contacto con el mundo real que nos rodea, a veces no hacen otra cosa que crear estructuras que perjudican nuestra salud mental en lugar de ayudar a liberarnos de ellas. Muchos cristianos son demasiado rápidos a la hora de apoyar cualquier tipo de teología que tira por tierra la sabiduría humana y que proclama la suficiencia de las Escrituras como base de todo el pensamiento humano. Y este tipo de teología se convierte a menudo en herramienta de manipulación mental, a modo de juego sicológico para afectar el comportamiento de otras personas. No son pocos los sermones que he escuchado en mi vida que se han encargado de, por ejemplo, denigrar la ciencia como la más clara evidencia de arrogancia que puede alcanzar el ser humano (y por medio de ello, intentar manipular los pensamientos de los que escuchan). Esto siempre me ha sorprendido, porque no me cabe duda de que si algún familiar de esos/as pastores/as se pusiera enfermo no dudarían en llamar al doctor y escuchar su veredicto profesional (siempre procedente del campo científico). ¿No hay acaso hipocresía en este dualismo entre lo que se dice desde el púlpito y lo que se hace cuando llega el momento de la verdad?

Aunque estas actitudes ‘anti-sabiduría humana’ son más comunes de lo necesario en muchas de nuestras iglesias evangélicas, parece que estos cristianos no se dan cuenta de que al denigrar todo el conocimiento secular como si no tuviera ninguna utilidad para nuestras vidas, también deniegan el hecho de que todo el conocimiento que nos lleva a la verdad del mundo que nos rodea procede de Dios (si es que el Dios al que alabamos es un Dios que ama la verdad). Es obvio que toda teología realmente bíblica tiene que reconocer desde el principio que Dios ha dado mentes a los seres humanos y que bendice el uso de dichas mentes para incrementar nuestro conocimiento acerca de Su creación.

Si nos centramos en el mundo de la sicología por un momento, los sicólogos llevan ejercitando sus mentes muchos años y en este tiempo han conseguido acumular una buena cantidad de información muy útil acerca de cómo funciona nuestra mente, de las estructuras que se generan y que a menudo controlan nuestro pensamiento y, como consecuencia, también nuestras acciones. Nos han ayudado a entender, en buena medida, por qué la gente reacciona de formas determinadas ante diversos estímulos, por qué la gente piensa de determinadas maneras y cómo esas maneras interactúan con nuestra forma de vida, cómo ciertos eventos influyen en nuestra forma de pensar y determinan el desarrollo de ciertos hábitos, etcétera. Todos estos avances han de llevarnos a la conclusión de que la sicología, como disciplina totalmente secular, tiene verdadera utilidad para nuestras vidas.

Aunque podríamos aplicar esto mismo a otras muchas ramas de la ciencia de las cuales dependemos hoy mucho más de lo que queremos reconocer muchas veces, si me estoy centrando ahora en esta rama en particular es porque a menudo existe la percepción, dentro de algunos grupos cristianos, de que lo que ocurre en nuestra mente no es otra cosa que el reflejo de una batalla entre Dios (o las fuerzas del bien) y Satanás (o las fuerzas del mal). Hay un exceso de libros hoy día en las estanterías de las librerías evangélicas que fomentan una visión reduccionista y demasiado simplista de la mente humana, enfatizando los elementos espirituales por encima de todo y dejando a un lado otros factores físicos que tienen gran importancia en la manera en la que actúa nuestro cerebro.

Pondré un ejemplo. Hoy día existe un buen número de personas que sufren depresión. Las causas de la depresión pueden ser muy diversas, tanto físicas como síquicas. No hay solo una explicación para este fenómeno, como tampoco hay una sola cura. A veces consejería puede ser suficiente, mientras que en otros casos es necesario incluso tomar ciertos medicamentos que nos ayuden a superarla. Una persona que sufre depresión puede llegar a decir cosas y cometer actos que en condiciones normales no pasarían por su cabeza. Reducir todas las complejidades involucradas en esta enfermedad a la formula espiritual que dice:
“Esta persona está siendo atacada por Satanás”, denota una tremenda falta de sensibilidad y de responsabilidad. E igualmente perjudiciales son las otras frases que se derivan de esta percepción tan reduccionista: “Tienes que orar más y hacer más guerra espiritual para combatir a Satanás. Al fin y al cabo eso es lo que dice la Biblia, que debes resistir a Satanás”. Espero que sea obvio para el/la lector/a el potencial que frases como estas tienen para dañar la mente de los cristianos que buscan una solución honesta a sus problemas.

No pretendo decir que las Escrituras no contengan mensajes a menudo muy útiles para nuestras vidas. Pero las Escrituras no tienen la respuesta a todos nuestros problemas, como tampoco tienen todas las explicaciones a las preguntas que nos pueden surgir. La Biblia contiene respuestas a un tipo de preguntas determinado; pero aplicar dichas respuestas a otros ámbitos de la vida puede convertir dichas Escrituras en todo lo contrario de lo que intentan ser, en opresoras en lugar de liberadoras. El problema es similar a lo que ocurre en el debate entre creacionistas y evolucionistas, con la diferencia de que en el caso de la depresión las consecuencias para las personas afectadas pueden ser muy serias, llegando a provocar daños a veces irreparables. Si la Biblia no es un libro científico y nunca pretendió serlo, ¿por qué a menudo se enfrentan las Escrituras a los avances de la ciencia desde algunos púlpitos como si ambos fuesen enemigos irreconciliables?

Es por esto que necesitamos que nuestra teología sea informada adecuadamente por el conocimiento que nos rodea, que aprendamos a desarrollar una teología que sepa convivir con nuestra cultura, con nuestros otros conocimientos, sean seculares o no. No se trata de adaptar el mensaje del Dios a nuestra cultura, diluyendo su base y desviándonos del centro del mensaje cristiano. Se trata más bien de todo lo contrario: de aprender a leer la Biblia correctamente, en su contexto, y aplicar sus respuestas a las preguntas adecuadas, reconociendo que en ella no encontramos todas las respuestas, como tampoco todas las soluciones a nuestros problemas. Hemos a aprender a dejar la Biblia a un lado cuando no es suficiente y mirar a nuestro alrededor, a las otras fuentes de conocimiento de las que disponemos. Hemos de aprender a decir que ‘no’ cuando alguien intenta interpretar nuestros problemas en los términos equivocados, por muchas palabras espirituales y textos bíblicos que usen, incluso cuando eso implique decir que ‘no’ al pastor/a de turno. Es necesario que aprendamos a detectar los juegos mentales que otros cristianos están intentando practicar con nosotros, los caminos por los que nos están intentando hacer andar y los distintos estilos de manipulación que distintas figuras del panorama evangélico utilizan antes de que sea demasiado tarde. Tenemos que aprender a cuidar de nuestra mente: es nuestro tesoro divino.

Tatuajes y perforaciones en el cuerpo, ¿Què dice Dios a esto?



La ley del Antiguo Testamento ordenaba a los israelitas, “No se hagan heridas en el cuerpo por causa de los muertos, ni tatuajes en la piel. Yo soy el Señor” (Levítico 19:28 NVI


La ley del Antiguo Testamento ordenaba a los israelitas, “No se hagan heridas en el cuerpo por causa de los muertos, ni tatuajes en la piel. Yo soy el Señor” (Levítico 19:28 NVI). De este modo, aunque los creyentes hoy, no vivan bajo la ley del Antiguo Testamento (Romanos 10:4; Gálatas 3:23-25; Efesios 2:15), el hecho de que hubo una orden contra los tatuajes, debería causar duda en nosotros. El Nuevo Testamento nada dice acerca de que un creyente debería o no tatuarse.
En relación a los tatuajes y a las perforaciones del cuerpo, una buena prueba es determinar si podemos con sinceridad y conscientemente, pedir a Dios que bendiga y use una actividad en particular para Su propio provecho. “Sí, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios (1ª Corintios 10:31). La Biblia no da órdenes contra los tatuajes o las perforaciones del cuerpo, pero tampoco da alguna razón para creer que Dios nos dejaría tatuarnos o perforarnos el cuerpo.
Otro asunto a considerar es la discreción. La Biblia nos manda vestir discretamente (1ª Timoteo 2:9). Un aspecto de vestir discretamente, es asegurarse que todas las partes del cuerpo que deben estar cubiertas lo estén de manera adecuada. Sin embargo, el significado esencial de la discreción, es no llamar la atención. La gente que se viste discretamente, lo hace de manera que no llama la atención. Los tatuajes y las perforaciones del cuerpo, definitivamente llaman la atención.
En este sentido, los tatuajes y las perforaciones del cuerpo, no son discretas.Un principio bíblico importante sobre asuntos acerca de los cuales la Biblia no se refiere específicamente, es que si hay lugar a dudas de que ello agrada a Dios, es mejor no involucrarse en tal actividad. “Todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14:23).
Tenemos que recordar que nuestros, cuerpos, tanto como nuestras almas, han sido redimidos y
pertenecen a Dios.
Aunque 1ª Corintios 6:19-20 no se aplica directamente a tatuajes y perforaciones del cuerpo, ésta nos da un principio, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis en Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
Esta gran verdad debería tener una auténtica orientación sobre lo que hacemos y a donde vamos con nuestros cuerpos.
Si nuestros cuerpos pertenecen a Dios, deberíamos asegurarnos de tener Su justo “permiso” antes de que “los marquemos” con tatuajes y perforaciones.
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(Got Questions Ministries)

lunes, mayo 18, 2009

Una Extraña costumbre que debe preocuparnos



Stam, Costa Rica

En los últimos años, amplios sectores de la comunidad evangélica vive pasando de una novedad sensacional a la siguiente, como un borracho que anda a caballo, al decir de Martín Lutero. Entre esas modas recientes está la costumbre de decir "Yo te bendigo" en vez del tradicional "Dios te bendiga". Aunque eso ya es muy común, y no dudo de la sinceridad y buena voluntad de las personas que me lo dicen, tengo que confesar que me entran dudas cada vez que alguien proclama esa solemne bendición sobre mi existencia. Me pregunto exactamente qué puede significar, o qué estará pensando esa persona. ¿Será simplemente una versión evangélica de "Buena Suerte"? Para ser sincero, esa invocación solemne no parece haber traído ningún beneficio concreto en mi vida (que de por sí es maravillosamente bendecida por Dios). Me cuesta tomar con seriedad una bendición puramente verbal y formal, por un desconocido o una desconocida que pronto se olvidará de mí y desaparecerá de mi vida, como yo de la vida suya.
Me confunde aun más el otro lado de este nuevo fenómeno, y es que el flamante "Yo te bendigo en el nombre del Señor" ha desplazado casi totalmente la invocación de la bendición divina. Ya se oye muy poco "Dios te bendiga", y algunos hasta lo entienden como una falta de fe, una timidez en asumir la autoridad que Dios ha puesto en las manos nuestras y por ende ya no en las manos de él.
Parece que esta "renovación" nace de una enseñanza que nos trajo el famoso pastor coreano, Yonggi Cho. Yo mismo escuché su sermón en Costa Rica cuando nos explicó que si Cristo nos ha entregado las llaves del cielo a nosotros, entonces ya no las tiene él. ¿Podría haber algo más obvio que eso? Después de su sermón, el reverendo asiático dividió a todos los presentes según las provincias del país para ejercer el poder de las llaves sobre sus respectivos territorios y proclamar bendición sobre sus provincias. Después, unos pastores alquilaron una avioneta para echar aceite, en el nombre del Señor, sobre las ciudades y campos, montañas y valles, de todo el país. La fuerza mística de la "bendición" taumatúrgica, reforzada por la fuerza mística del aceite bendecido, debía asegurar avivamiento en nuestra patria y una notable transformación.
De hecho Costa Rica cambió mucho después, pero de mal en peor en pésimo. Y aunque la nueva doctrina de Yonggi Cho es lógicamente irrefutable, no es bíblica y de hecho es peligrosa para la iglesia. Lo que Cristo comparte con nosotros, no lo pierde él. El sigue siendo Señor de la iglesia y de la historia; las llaves todavía están en sus manos. Inferencias doctrinales, aun cuando son lógicamente válidas, pueden llevarnos a herejías. Muchas enseñanzas de los Testigos de Jehová y los Mormones son rigurosamente lógicas, pero gravísimos errores doctrinales. Como escribí en un artículo anterior, sobre el púlpito evangélico, "los heréticos son muy lógicos, pero nada bíblicos. No toda inferencia lógica del texto es fiel al sentido de él y al mensaje que el Espíritu Santo inspiró".
A menudo me pregunto, "¿En qué cree este hermano que él (o ella) me puede bendecir? ¿Qué autoridad cree tener para declararme bendecido?". Creo que no exagero al ver aquí un vestigio del catolicismo tradicional, entre las muchas cosas poco bíblicas del catolicismo que los evangélicos hoy vamos incorporando en nuestra práctica religiosa en vez de otras cosas buenas de ellos. Cuando alguien me pronuncia una bendición de ésas, me digo, "Sólo falta que me bendijera el santo padre en Roma". ¿Pero creemos los evangélicos en la fuerza espiritual de "una bendición papal". Personalmente, y con todo respeto, no creo que el Papa ni nadie más me puede declarar bendecido; eso sólo Dios puede hacer. Lo que pasa es que entre los evangélicos, no creemos en el Papa pero muchos queremos ser pequeños "papitos" y repartir bendiciones papales.
Me parece que el fenómeno bajo consideración es síntoma de un problema más general. El "cristianismo lite" de nuestra época ha acentuado al extremo el individualismo, y en muchos casos el egoísmo, que son típicos de nuestra sociedad moderna. Contra las palabras de Jesús, vamos a la iglesia para lo que nos puede servir a nosotros. Para parafrasear una consigna de John F. Kennedy, "No preguntes lo que la iglesia puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer para el reino de Dios". Hoy los líderes de la iglesia se aferran a sus títulos, y en muchos casos lucran con el evangelio. A menudo hay un culto a la personalidad del líder y admiramos más al ser humano por quien Dios actúa que a Dios mismo. Y en la mayoría de estos casos, son los mismos apóstoles, profetas, evangelistas, sanadores y conferencista que cultivan celosamente este culto a su propia personalidad.
En esa subcultura personalista los creyentes comunes y corrientes merecen también su cuota de auto-gratificación numinosa, su propia tajada de poder espiritual. No quiero juzgar mal, pero sospecho que el poder pronunciar bendiciones bajo su propia autoridad, con un "Yo te bendigo", da cierta satisfacción personal a estos hermanos y hermanas "bendecidores", que un humilde "Dios te bendiga" no ofrecería. Aunque no sean apóstoles ni profetas, ni predican ni cantan ni curan, por lo menos pueden andar repartiendo solemnes bendiciones a diestra y siniestra..
El culto a la personalidad, esta religión de gratificación egoísta que permea nuestra comunidad evangélica hoy, es muy cuestionable bíblicamente. En el Nuevo Testamento, por ejemplo, un "don de sanidad" es el acto de Dios de dar salud a un enfermo, no alguna fuerza supernatural de curación que poseyera algún ser humano. Hoy día, si Dios en su gracia sana a un enfermo, mañana el milagro aparece en televisión y el sanador es famoso. Parecido pasa con evangelistas, conferencistas y salmistas. La gloria y la honra van al agente humano y no al Actor divino que sanó y que bendijo. Me parece que algo parecido pasa con la nueva moda de "Yo te bendigo, hermano".
Es muy aleccionador el ejemplo de Pedro y Juan en los Hechos 4. Después de la curación del cojo, con el hombre sanado agarrado de sus brazos, los apóstoles rechazan todo mérito por lo que había ocurrido. "Varones israelitas, ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?" (Hch 3:12). ¡No dirigen sus miradas hacia nosotros, decían Pedro y Juan; queremos desaparecer para que sólo se contemple el rostro de Cristo! Hoy día parece lo contrario, que algunos sanadores dicen en efecto, "Miren estas manos; estas manos tienen poder para sanar".
En otro sentido, es cierto que todos debemos ser de bendición unos a otros. En su sentido bíblico, "bendición" significa vida, salud, bienestar (Dt 30:19-20). Las lluvias y los pozos, los buenos partos y buena lactancia (Gén 49:25) son bendiciones que sólo Dios puede dar, pero nosotros podemos colaborar con Dios en realizarlas. Dios prometió bendecir a Abraham para que él fuera de bendición a todas las familias de la tierra. Esa promesa introduce el tema central del libro de Génesis: ¿cómo ser de bendición a los demás? Abraham bendijo a Lot, y hasta a los reyes de Sodoma y Gomorra, no por pronunciar fórmulas sobre ellos sino por defender su bienestar integral. Igual con Isaac, Jacob y especialmente José. José cumplió a cabalidad la promesa a Abraham, reorganizando la economía de Egipto para defender la vida, no sólo de Egipto ni sólo de los hebreos, sino de todas las naciones vecinas.
Amado hermano, amada hermana, si quieres bendecir al pobre, dale algo que le puede ayudar en su necesidad. Si quieres bendecir al enfermo, no añada a su sufrimiento con frases piadosas o fórmulas vacías, sino tomarle la mano y orar por su salud, su paz y su bienestar integral. Si quieres bendecir a un matrimonio en crisis, o con hijos drogadictos, acompáñalos en su dolor y lucha y busca maneras de ayudarlos. Si quieres bendecirme a mí, regálame tu sonrisa cálida y tu amor sincero, y ora por mí con un buen "Dios te bendiga, amado hermano".
¡Eso sí es una excelente manera de bendecirnos unos a otros!

domingo, mayo 17, 2009

SER FELIZ


Se cuenta una fábula acerca de un joven huérfano que no tenía familia ni nadie que lo amase. Sintiéndose triste y solitario, caminaba un día por un prado cuando vio una pequeña mariposa atrapada en un arbusto espinoso.
Cuanto más pugnaba la mariposa por liberarse, más profundamente se le clavaban la espinas en su frágil cuerpo. El muchacho liberó con cuidado a la mariposa, pero ella, en lugar de irse volando, se transformó ante sus ojos en un ángel.
El muchacho se frotó los ojos sin poder creerlo mientras el ángel decía:
- Por tu maravillosa bondad, haré lo que me pidas.
El muchachito pensó por un momento y luego dijo:
- Quiero ser feliz.
- Muy bien -le respondió el ángel y luego se inclinó hacia él, le susurró al oído ydesapareció.
Al crecer el pequeño, no hubo nadie en el país más feliz que él. Cuando la gente le pedía que les dijese el secreto de su felicidad, solamente sonreía y decía: "Escuché a un ángel cuando era niño"
.En su lecho de muerte, sus vecinos se reunieron a su alrededor y le pidieron que divulgase el secreto de su felicidad antes de morir. Finalmente, el anciano les dijo: "El ángel me dijo que cualquiera, sin importar lo seguro que pareciese, fuese joven o viejo, rico o pobre, me necesitaría".
Con frecuencia amamos las cosas y usamos a las personas,cuando en realidad deberíamos usar las cosas y amar a las personas.
Romanos 12:10
Sed afectuosos unos con otros con amor fraternal;con honra, daos preferencia unos a otros.
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