martes, marzo 24, 2009

San Romero de Àmerica, Pastor y Màrtir nuestro



El ángel del Señor anunció en la víspera...

El corazón de El Salvador marcaba 24 de marzo y de agonía.

Tú ofrecías el Pan,el Cuerpo Vivo

el triturado cuerpo de tu Pueblo;Su derramada Sangre victoriosa

¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacreque ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada

! El ángel del Señor anunció en la víspera,y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nuevaen nuestra vieja Iglesia! Estamos otra vez en pie de testimonio,¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro

!Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.

Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.

Romero de la Pascua latinoamericana.

Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa. Como Jesús, por orden del Imperio.

¡Pobre pastor glorioso,abandonadopor tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!(Las curias no podían entenderte:ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba,en desespero fiel,pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.

El Pueblo te hizo santo.

La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.

Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio. Como un hermano herido por tanta muerte hermana,tú sabías llorar, solo, en el Huerto.

Sabías tener miedo, como un hombre en combate.

¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana

! Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,con una sola mano consagrada al servicio.

América Latina ya te ha puesto en su gloria de Berninien la espuma

aureola de sus mares,en el retablo antiguo de los Andes alertos,en el dosel airado de todas sus florestas,en la canción de todos sus caminos,en el calvario nuevo de todas sus prisiones,de todas sus trincheras,de todos sus altares...

¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos! San Romero de América, pastor y mártir nuestro:¡nadie hará callar tu última homilía!


Pedro Casaldáliga

sábado, marzo 21, 2009

DIEZ CONSEJOS PARA VIVIR 100 AÑOS




1.- Poca carne....Muchas verduras


2.- Poca sal....Mucho vinagre


3.- Poca azúcar....Mucha fruta


4.- Poca comida....Mucho masticar


5.- Poca ropa....Mucha ducha


6.- Poco auto....Mucho caminar


7.- Poca preocupación....Mucho dormir


8.- Poco enojarse....Mucho reírse


9.- Poco hablar....Mucha acción


10.- Poco egoísmo....Mucho compartir y por supuesto poner mucho amor en todo.

domingo, marzo 15, 2009

Vengan a ver


Vengan a ver las cosas sorprendentes que el Señor ha hecho en la tierra:
ha puesto fin a las guerras hasta el último rincón del mundo; ha roto los arcos, ha hecho pedazos las lanzas ! ha prendido fuego a los carros de guerra! "! Ríndanse! ! Reconozcan que Yo soy Dios! ! Yo estoy por encima de las naciones!. ! Yo estoy por encima de toda la tierra!".!El Señor Todopoderoso está con nosotros! ! El Dios de Jacob es nuestro Refugio!

Salmo 46:8-11.

sábado, marzo 07, 2009

HOY TENGO ESOS SUEÑOS


Pedro Casldàliga
dice el CardenalEl Cardenal Carlo M. Martini, jesuita, biblista, arzobispo que fue de Milán y colega mío de Parkinson, es un eclesiástico de diálogo, de acogida, de renovación a fondo, tanto de la Iglesia como de la Sociedad.
En su libro de confidencias y confesiones Coloquios nocturnos en Jerusalén, declara: «Antes tenía sueños sobre la Iglesia.
Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños». Esta afirmación categórica de Martini no es, no puede ser, una declaración de fracaso, de decepción eclesial, de renuncia a la utopía.
Martini continúa soñando nada menos que con el Reino, que es la utopía de las utopías, un sueño del mismo Dios.
Él y millones de personas en la Iglesia soñamos con la «otra Iglesia posible», al servicio del «otro Mundo posible».
Y el cardenal Martini es un buen testigo y un buen guía en ese camino alternativo; lo ha demostrado.
Tanto en la Iglesia (en la Iglesia de Jesús que son varias Iglesias) como en la Sociedad (que son varios pueblos, varias culturas, varios procesos históricos) hoy más que nunca debemos radicalizar en la búsqueda de la justicia y de la paz, de la dignidad humana y de la igualdad en la alteridad, del verdadero progreso dentro de la ecología profunda.
Y como dice Bobbio «hay que instalar la libertad en el corazón mismo de la igualdad»; hoy con una visión y una acción estrictamente mundiales.
Es la otra globalización, la que reivindican nuestros pensadores, nuestros militantes, nuestros mártires, nuestros hambrientos…La gran crisis económica actual es una crisis global de Humanidad que no se resolverá con ningún tipo de capitalismo, porque no cabe un capitalismo humano; el capitalismo sigue siendo homicida, ecocida, suicida.
No hay modo de servir simultáneamente al dios de los bancos y al Dios de la Vida, conjugar la prepotencia y la usura con la convivencia fraterna. La cuestión axial es: ¿Se trata de salvar el Sistema o se trata de salvar a la Humanidad? A grandes crisis, grandes oportunidades. En idioma chino la palabra crisis se desdobla en dos sentidos: crisis como peligro, crisis como oportunidad.
En la campaña electoral de EE UU se enarboló repetidamente «el sueño de Luther King», queriendo actualizar ese sueño; y, con ocasión de los 50 años de la convocatoria del Vaticano II, se ha recordado, con nostalgia, el Pacto de las Catacumbas de la Iglesia sierva y pobre. En el 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, 40 Padres Conciliares celebraron la Eucaristía en las catacumbas romanas de Domitila, y firmaron el Pacto de las Catacumbas.
Dom Hélder Câmara, cuyo centenario de nacimiento estamos celebrando este año, era uno de los principales animadores del grupo profético.
El Pacto en sus 13 puntos insiste en la pobreza evangélica de la Iglesia, sin títulos honoríficos, sin privilegios y sin ostentaciones mundanas; insiste en la colegialidad y en la corresponsabilidad de la Iglesia como Pueblo de Dios, y en la abertura al mundo y en la acogida fraterna.Hoy, nosotros, en la convulsa coyuntura actual, profesamos la vigencia de muchos sueños, sociales, políticos, eclesiales, a los que de ningún modo podemos renunciar.
Seguimos rechazando el capitalismo neoliberal, el neoimperialismo del dinero y de las armas, una economía de mercado y de consumismo que sepulta en la pobreza y en el hambre a una grande mayoría de la Humanidad.
Y seguiremos rechazando toda discriminación por motivos de género, de cultura, de raza. Exigimos la transformación sustancial de los organismos mundiales (ONU, FMI, Banco Mundial, OMC…).
Nos comprometemos a vivir una «ecológica profunda e integral», propiciando una política agraria-agrícola alternativa a la política depredadora del latifundio, del monocultivo, del agrotóxico. Participaremos en las transformaciones sociales, políticas y económicas, para una democracia de «alta intensidad».
Como Iglesia queremos vivir, a la luz del Evangelio, la pasión obsesiva de Jesús, el Reino. Queremos ser Iglesia de la opción por los pobres, comunidad ecuménica y macroecuménica también. El Dios en quien creemos, el Abbá de Jesús, no puede ser de ningún modo causa de fundamentalismos, de exclusiones, de inclusiones absorbentes, de orgullo proselitista. Ya basta con hacer de nuestro Dios el único Dios verdadero.
«Mi Dios, ¿me deja ver a Dios?». Con todo respeto por la opinión del Papa Benedicto XVI, el diálogo interreligioso no sólo es posible, es necesario. Haremos de la corresponsabilidad eclesial la expresión legítima de una fe adulta. Exigiremos, corrigiendo siglos de discriminación, la plena igualdad de la mujer en la vida y en los ministerios de la Iglesia. Estimularemos la libertad y el servicio reconocido de nuestros teólogos y teólogas.
La Iglesia será una red de comunidades orantes, servidoras, proféticas, testigos de la Buena Nueva: una Buena Nueva de vida, de libertad, de comunión feliz. Una Buena Nueva de misericordia, de acogida, de perdón, de ternura, samaritana a la vera de todos los caminos de la Humanidad. Seguiremos haciendo que se viva en la práctica eclesial la advertencia de Jesús: «No será así entre vosotros» (Mt 21,26). Sea la autoridad servicio.
El Vaticano dejará de ser Estado y el Papa no será más Jefe de Estado. La Curia habrá de ser profundamente reformada y las Iglesias locales cultivarán la inculturación del Evangelio y la ministerialidad compartida. La Iglesia se comprometerá, sin miedo, sin evasiones, en las grandes causas de la justicia y de la paz, de los derechos humanos y de la igualdad reconocida de todos los pueblos. Será profecía de anuncio, de denuncia, de consolación.
La política vivida por todos los cristianos y cristianas será aquella «expresión más alta del amor fraterno» (Pío XI).Nos negamos a renunciar a estos sueños aunque puedan parecer quimera. «Todavía cantamos, todavía soñamos».
Nos atenemos a la palabra de Jesús: «Fuego he venido a traer a la Tierra; y qué puedo querer sino que arda» (Lc 12,49). Con humildad y coraje, en el seguimiento de Jesús, miraremos de vivir estos sueños en el cada día de nuestras vidas. Seguirá habiendo crisis y la Humanidad, con sus religiones y sus iglesias, seguirá siendo santa y pecadora. Pero no faltarán las campañas universales de solidaridad, los Foros Sociales, las Vías Campesinas, los Movimientos populares, las conquistas de los Sin Tierra, los pactos ecológicos, los caminos alternativos de Nuestra América, las Comunidades Eclesiales de Base, los procesos de reconciliación entre el Shalom y el Salam, las victorias indígenas y afro y, en todo caso, una vez más y siempre «yo me atengo a lo dicho: la Esperanza».Cada uno y cada una a quien pueda llegar esta circular fraterna, en comunión de fe religiosa o de pasión humana, reciba un abrazo del tamaño de estos sueños. Los viejos aún tenemos visiones, dice la Biblia (Jl 3,1). Leí hace unos días esta definición: «La vejez es una especie de posguerra»; no necesariamente de claudicación. El Parkinson es sólo un percance del camino y seguimos Reino adentro.
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Pedro CasaldáligaCircular 2009Cartas anteriores: http://www.servicioskoinonia.org/Casaldaliga/cartas/index.html

miércoles, marzo 04, 2009

Bases biblico-teològicas para el trabajo en red


Nicolás Panotto

Aprender a trabajar en red es uno de los desafíos más actuales para la iglesia evangélica, en su vocación y compromiso con los malestares de nuestra sociedad. Al enfrentar proyectos de índole social, iglesias, comisiones y organizaciones cristianas encuentran dificultades para trabajar solas. Por ello, surge la necesidad de unirse y aprender a compartir recursos, ideas y herramientas con la intención de atender las exigencias del medio.

La problemática del trabajo en red, al menos desde una óptica eclesial, se presenta en dos vertientes:
una metodológica y otra teológica.
En cuanto a la primera, es una problemática que responde a nuestra misma naturaleza como seres sociales. Compartir, dialogar y construir siempre contraen dificultades a la hora de organizarse en “red”, lo cual también infunde cierto “temor” en el momento de tomar la iniciativa de trabajar con esta metodología.
En cuanto a la segunda, la dificultad radica en trabajar juntos en una práctica concreta desde trasfondos teológicos muy distintos o desde la pertenencia a diferentes expresiones de lo religioso, incluso cuando esta dimensión no existe explícitamente, en el caso de trabajar con organizaciones no cristianas.

Deseo formular este artículo alrededor de la segunda problemática. La pregunta básica es: ¿existe un punto en común entre distintas expresiones o ideologías para trabajar juntas frente a las problemáticas sociales? Para intentar responder esta pregunta, desarrollaremos dos temas básicos:
la valorización de la “red humana” desde la fe y la centralidad de la práctica solidaria en el ministerio de Cristo.La fe cristiana como construcción desde una “red” humana
Hablar de “red” es hablar de relaciones humanas. Conlleva una instancia amplia de diálogo y valoración del otro u otra a quien debo escuchar y con quien debo construir un espacio mutuo para compartir y trabajar. Por esta razón, comprender y revalorizar la dimensión socio-cultural es esencial para el establecimiento de un serio y genuino trabajo en red.

¿Qué puede decir al respecto la fe cristiana? Básicamente, que las relaciones sociales son esenciales para nuestra fe, no sólo en el sentido de la koinonía o las relaciones fraternales sino también en el estricto concepto de teología, es decir, la construcción del concepto de Dios y su manifestación en la historia. Hay dos puntos centrales respecto a este tema:

▪ Describimos, entendemos y conceptualizamos a Dios desde nuestro entramado social (Dt 5:1-21, Sal 78:12-15, Lv 25). Nuestra “idea” de Dios no nos viene dada de forma estática y única. Le conocemos desde nuestro entramado social, porque somos seres sociales. Y, por ello, le describimos a partir de los valores, particularidades, instituciones e ideales de nuestro entorno y cultura. Dios se revela en la historia (entendiendo historia no como un cúmulo de acontecimientos cronológicos sino como un “espacio vital” de todo grupo humano), y cada grupo social tiene su propia historia. Puesto que a Dios se le conoce por su acción, y ésta depende del espacio vital concreto en que se manifiesta (con sus características, necesidades, cosmovisiones, etc.), se nos plantea el desafío de describir dicha acción de Dios a partir de nuestro discernimiento de “revelaciones” concretas en una historia particular. Y, ya que no podemos describir nuestra realidad de otra forma que no sea en “red”, es decir, comunitariamente, la descripción que hacemos de Dios es a partir de un discernimiento comunitario.

▪ Cristo se revela desde y hacia una red social (Mt 5-7). Jesús forma parte de un entramado social. Se forma como persona a partir de una red de relaciones. A pesar de no tener suficientes datos respecto a su vida antes del ministerio, vemos que él forma parte de una comunidad, adopta una cultura y crece dentro de un espacio familiar. Incluso vemos cómo los condicionamientos históricos y sociales de su época van transformando su persona y su mensaje. Jesús es ser humano porque se forma a partir de una red humana; como mensajero del Evangelio, es agente de cambio y transformación de las redes sociales de su tiempo.

En base a estos dos puntos podemos decir que la fe cristiana revaloriza y redignifica el entramado social, porque es el espacio en el cual habita (Hch 2:42-47, 4:32-35). Vemos entonces que el discernimiento de la acción de Dios a lo largo de su revelación histórica, hasta la encarnación del Hijo, redefine las redes humanas orientándolas hacia un “objetivo escandaloso”: el amor al prójimo (Mr 12:31), incluso más allá de toda “presión” institucional (religiosa, política, económica, social) o conveniencia personal. Esto implica al menos cuatro redefiniciones:
Una redefinición de las relaciones interpersonales (la relevancia del concepto de comunidad)
Una redefinición de las relaciones económicas (la relevancia de la equidad, la justicia y la redistribución)

Una redefinición de los “símbolos” sociales (la relevancia del “desarme” de aquellas maquinarias simbólicas culturales, opresoras e imperialistas, según los criterios de construcción del reino de Dios)
Una redefinición de la “relacionalidad” divina (la relevancia de la “cercanía” de Dios en la redes que configuran la existencia humana)El trabajo en red desde una práctica solidaria cristocéntrica
En el punto anterior hemos tratado de ver que las relaciones humanas juegan un rol esencial para nuestra fe. Aún más, no podemos concebir dicha fe sin una clara experiencia de comunidad y sin una comprensión del rol que tanto la historia como todos sus actores juegan en su definición.

Ahora, respondiendo más directamente a la pregunta formulada al comienzo, ¿qué es aquello que nos une con otros hombres y mujeres, en medio del entramado sociocultural en el que vivimos, cuando intentamos construir espacios de solidaridad orientados a atender las penurias de nuestra sociedad? Aquí es preciso considerar la relevancia de la práctica solidaria de Jesús. A lo largo de los Evangelios contemplamos que el ministerio de Jesús se define como práctica solidaria orientada a personas. Su motivación es la respuesta a la necesidad del prójimo, para que éste transforme su condición a partir del poder de Dios. Lo “cultual” o estrictamente “religioso” no es condición para participar del obrar bondadoso de Jesús. Esto implica que la misma práctica solidaria es un axioma para reconocer la fe en Cristo. Lo vemos en dos relatos:

▪ El buen samaritano (Lc 10:29-37). Tanto el sacerdote como el levita detentan los mayores cargos dentro de la religiosidad judía, pero no reaccionan frente a la necesidad del asaltado. Sí lo hace el samaritano, quien era considerado infiel, impuro, pagano. La pregunta de Jesús es: “¿Y quien es mi prójimo?” (v. 20), a lo cual se responde: “El que tuvo compasión de él” (v. 37).
▪ Los “colaboradores” de Jesús (Mr 9:38-41). Los discípulos se molestan porque hay quienes se adjudican a sí mismos el mismo “poder” que ellos, pero no pertenecen a su “círculo”. No obstante, Jesús deja claro que las acciones de estas personas se unen a las de ellos, ya que apuntan hacia objetivos semejantes: liberar, sanar, restaurar, etcétera.

Por estos relatos podemos concluir que la práctica solidaria es un punto de encuentro y unidad para todo esfuerzo transformador en la historia. Una de las grandes luchas de Jesús fue romper con la estructura opresora de la institución religiosa de su época. Ésta reflejaba, en sus leyes y prácticas, un concepto erróneo de la “economía” divina y una legitimación de la acción opresora de los grupos de poder. Por eso, Jesús, por medio de su encarnación, mostró una nueva “economía” de acercamiento a la realidad social, para actuar desde sus penurias y aflicciones.
Dios dejó de ser institución para transformarse en aliento vital. Jesús dio prioridad a la práctica solidaria ante la penuria humana, resaltando incluso aquellos “gérmenes” de solidaridad que se manifestaban fuera de los grupos religiosos institucionalizados. Así comprendemos que Dios se revela como Dios que ama la vida y que se da a conocer para liberar. Por ello, conceptos como “solidaridad”, “transformación”, “redención”, “liberación” se convierten en ejes para describir la persona y las acciones de Dios. Así, toda práctica redentora, transformadora, liberadora y solidaria cobra “relevancia divina”, aunque no esté circunscripta a un ámbito religioso institucional.

Conclusión
Dios se revela a partir de nuestra historia, la cual construimos en “red”. Se da a conocer al ser humano como un ser social, como una persona constituida en “red”, con capacidad para transformar y reformular todas aquellas relaciones en las que participa. Con su Revelación, Dios nos moviliza para transformar, a partir de nuestra interrelación, el entramado social en que vivimos. Así encuentra fundamento bíblico-teológico nuestro trabajo en red, lo cual nos habilita para actuar en conjunto, colaboración y apoyo mutuo en todo esfuerzo liberador.
Toda actividad transformadora, alineada con el deseo de Dios de redimir la historia, cobra relevancia.
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Taller realizado en la reunión de fortalecimiento de los equipos de Ministerios Comunitarios el 7 de octubre de 2005, Villa María, Córdoba

Para más detalles, ver el artículo “Dios en nuestra historia: encuentros y redefiniciones” http://kairos.org.ar/articuloslistmincomun.php

Descubren en Jerusalen sellos del reinado de Ezequias




La colección de sellos que fue hallada en las ruinas de un gran edificio construido en la misma época, pertenecen al reinado de Ezequías, quien gobernó Judea en el siglo VIII antes de Cristo.


Israel, Una colección de sellos ha sido hallada en las ruinas de un gran edificio construido en la misma época.

Pertenecen al reinado de Ezequías, quien gobernó Judea en el siglo VIII antes de Cristo.Los sellos fueron descubiertos mientras se realizaban unas escavaciones por la Oficina de Antigüedades del Gobierno de Israel informo el Jerusalem Post.

Cuatro de los sellos son de la época del Rey Ezequías (siglo VIII a.c.) y fueron hallados en unas vasijas en las que antiguamente se almacenaba vino y aceite en los centros administrativos del reino.

También se descubrieron impresiones con la imagen de destacados mandos militares que sirvieron en el ejército de Judea, y varias inscripciones en hebreo antiguo que pertenecieron al reinado de los Hasmoneos, en el siglo II a.c.

Los arqueólogos hallaron el tesoro dentro de un gran edificio construido en la época del primer templo, que conserva aún varias de sus habitaciones y elementos utilizados por los judíos para labrar la tierra.

Este edificio fue destruido junto a Jerusalem durante la conquista de esta ciudad y Juda por Babilonia.