lunes, abril 20, 2009

EL MÈTODO DE LOS RABINOS


Entonces decía: ¿A qué es semejante el reino de Dios y con qué lo compararé? (Luc 13:18)
Y Con Qué – Si alguna vez existió una frase que nos muestre que Jesús pensaba y hablaba como un rabino judío del primer siglo, ¡es esta! “Y con que lo compararé” es una frase particularmente común entre los rabinos.
El judaísmo rabínico desarrolló la forma literaria de las parábolas como ningún grupo lo había hecho antes. Esta frase introductoria se usaba una y otra vez en la enseñanza rabínica. Cuando Jesús usa estas palabras, El se anuncia como uno de los rabinos. Y, evidentemente, estas palabras eran familiares a todos los que las escucharon. Eran las mismas palabras introductorias que escuchaban cada vez que enseñaba un gran rabino.
De este hecho aprendemos dos lecciones muy importantes. Primero, simplemente no es posible comprender a Jesús desde la perspectiva griega. Si, los documentos del Nuevo Testamento son griegos. Si, los estudios de palabra de los documentos del Nuevo Testamento deben comenzar con griego. Si, la mayoría de los ministros y estudiantes de la Palabra de Dios enfatizan el griego. Pero el idioma de nuestro Señor no fue el griego. El era parte de la tradición rabínica. Caminaba con rabino. Reunía a sus discípulos como rabino. Si deseamos comprender lo que Jesús decía, debemos entrar en Su cultura y Su idioma.
Segundo, una vez que sabemos que Jesús era considerado parte de la tradición rabínica, podemos comprender porque se sorprendían tanto las personas con Sus enseñanzas. Se sorprendían porque lo que enseñaba era nuevo. El sí tuvo aportes importantes a la Palabra de Dios pero no era eso lo que los asombró.
Se asombraron porque, aunque enseñaba con rabino, El no tenía el pedigrí ni utilizaba la misma metodología que los rabinos. Cuando enseñaba el rabino, casi siempre citaba a un rabino anterior – a quién había sido su maestro. EL método era una forma oral de notas de pie de página y referencias. De hecho, la mayoría del tiempo, un rabino memorizaba el comentario de su maestro y lo repetía cada vez que enseñaba. Pero Jesús no hizo esto. Jesús llego sin el pedigrí esperado.
No señalo una larga línea de maestros. No citó a otros sabios. Enseñó “como uno con autoridad,” taquigrafía para decir que enseñó como si El mismo había sido el autor de los comentarios. Esto podrá parecernos perfectamente aceptable a nosotros, pero en el judaísmo del primer siglo, era insólito. Las personas se sorprendían porque El era original – y El enseñaba sobre la Palabra sagrada e inalterable d Dios.
Esto ya no nos parece sorprendente. Estamos tan acostumbrados al Jesús griego que no escuchamos las palabras del Yeshua hebreo. Quizás es una de las razones por la que lo malinterpretamos con tanta facilidad. Nos desbocamos en los comentarios del texto griego sin descubrir primero como era un judío del primer siglo. ¿Crees que gran parte de la controversia que tenemos los cristianos de hoy podría desaparecer si tan solo hiciéramos un poco de tarea cultural?

Dr. Skip Moen
http://www.atgodstable.com

LAS INSTRUCCIONES DEL MAESTRO


Video Audio
por el Hermano Pablo

Era el primer salto en paracaídas. Los ocho jóvenes australianos, todos ellos aprendices de paracaidismo, estaban entusiasmados. El avión que los llevaba volaba a mil quinientos metros de altura, y uno por uno los jóvenes fueron saltando. Todos habían estudiado con esmero. Pero a Alan Bannerman, de la ciudad de Sydney, no le fue bien. Su paracaídas se desplegó antes de tiempo y se enredó en la cola del avión. El joven quedó colgado de la cola en pleno vuelo.
El instructor de Alan comenzó a darle instrucciones: cómo quitarse el paracaídas enredado, cómo abrir el de repuesto, cómo aterrizar. Y siguiendo las instrucciones del profesor, y recordando las lecciones aprendidas en ocho horas de aprendizaje, el joven pudo salir de su amarradura y aterrizar sano y salvo.
¡Qué importante es saber cómo seguir las instrucciones del maestro! Es la única salvedad en cualquier problema que se presente, ya sea en el aprendizaje del paracaidismo o en el caminar de esta vida.
Son ciertamente muy pocos los que practican el paracaidismo, y sin embargo la vida entera es un gran salto. A diario confrontamos situaciones imprevistas. Cada nada tenemos que tomar decisiones de mayor o menor envergadura, y nos perdemos en el gran mare mágnum de perplejidades y desasosiegos que son parte de esta vida.
¿Qué podemos hacer cuando nuestro paracaídas no funciona, cuando nos estamos cayendo indefensos en forma vertiginosa? ¿Hay alguna solución para el alma confundida?, ¿para la vida en caos? Si no es nuestra paz del alma la que va en quiebra, es nuestra conducta, o nuestros negocios, o nuestro hogar o nuestra vida. Siempre hay algo que no anda bien, y a veces estas son situaciones muy severas. Nos estamos cayendo, y no hay salvación. ¿Qué podemos hacer?
Siempre podemos hacer las dos cosas que hizo Alan Bannerman, el paracaidista de Sydney: pedir sinceramente la ayuda divina, y luego seguir las instrucciones del Maestro.

Hay, para las luchas de la vida, un Dios que está atento a nuestro clamor. Según el salmista, ese «Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia» (Salmo 46:1).
Y es su Hijo Jesucristo, el Maestro divino, quien nos da los pasos a seguir. «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados —nos invita Cristo—, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí —nos instruye—, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave —concluye— y mi carga es liviana» (Mateo 11:28-30).
Permitamos que Jesucristo sea nuestro Maestro y nuestro socorro.