miércoles, enero 14, 2009

Una Juventud sombria


Por Josh McDowell

Nuestros niños y jóvenes están viviendo al borde de un desastre moral... ¡y nosotros tenemos que hacer algo!
¿Por qué se están volviendo tan groseros y brutos los niños? ¿Qué ha ocurrido en nuestra sociedad para que los adolescentes sean tan violentos, tan insensibles, tan indiferentes ante lo bueno y lo malo? Como escribiera el periodista Rowland Nethaway en un artículo para la empresa de noticias Cox: Los adultos siempre se han quejado de sus jóvenes, pero esto es distinto. Siempre han habido muchachos desenfrenados y rebeldes que se salen de la senda del bien y hacen cosas malas; pero sabían dónde estaba la senda y lo que estaba mal. Pero muchos de los jóvenes de hoy no parecen poder distinguir entre lo que es bueno o es malo. Los niños están robando, mutilando y matando por impulso, sin piedad ni remordimiento. La cuestión es mucho más seria que cuando Janet Leigh y Dick Van Dyke cantaron “¿Qué les pasa a los niños de hoy?”, en la película Bye Bye Birdie. La mayoría de los jóvenes de hoy no sólo están tocando música estrepitosa y usan peinados exagerados; parece que han pasado a un nivel de agresión, promiscuidad, cinismo y violencia que les pone los pelos de punta a los padres. Y esto no sólo ocurre en zonas aisladas. La investigación revela una historia de horror en las estadísticas de lo que pasa casi todos los días en los Estados Unidos de Norteamérica:
1.000 adolescentes solteras se convierten en madres
1.106 adolescentes abortan
4.219 adolescentes contraen enfermedades venéreas
500 adolescentes comienzan a usar drogas
1.000 adolescentes empiezan a ingerir bebidas alcohólicas
135.000 jóvenes llevan pistolas u otras armas a la escuela
3.160 adolescentes son asaltados; 80 son violados
2.200 adolescentes abandonan los estudios
6 adolescentes se suicidan.
Este comportamiento no se limita a los “jóvenes problemáticos”. La 24ª encuesta Anual de Buenos Estudiantes, una encuesta reciente entre estudiantes de secundaria que figuran en el cuadro de honor, revela datos alarmantes acerca de los adolescentes de hoy.
Una de cada cinco de estas jovencitas —recordemos que son estudiantes que están en el cuadro de honor— dijeron que habían sido víctimas de un asalto sexual.
Uno de cada tres conocía a alguien que había llevado un arma a la escuela.
Uno de cada tres había pensado en suicidarse, y cuatro de cada cinco de estos buenos estudiantes admitieron haber copiado en algún examen. Estas estadísticas son alarmantes. Usted y yo podemos menear la cabeza y hacer un chasquido con la lengua ante el deprimente estado de la generación juvenil. A veces cuesta trabajo creer las cosas que suceden “por ahí”, en el mundo —a los hijos de otros. Nos consolamos diciendo que nuestros jóvenes no son así. Confiamos en que nuestros hijos de cuatro y ocho años están protegidos contra todo eso. Nos consolamos diciendo que los jóvenes en nuestras iglesias no son así; no están libres de problemas, pero en el fondo son buenos muchachos. Sin embargo, al mismo tiempo que nos felicitamos, sentimos un temor que nos carcome.
Usted tiene miedo (y yo también) de que la locura del mundo exterior de algún modo, algún día se apodere de nuestros jóvenes.
Yo soy padre de cuatro hijos; mi coautor, Bob, es padre de dos preadolescentes, y ambos tenemos miedo.
A usted probablemente también le preocupe que sus hijos se vuelvan cada vez menos parecidos a usted y más parecidos al mundo de “afuera”, donde la promiscuidad, la deshonestidad, la irresponsabilidad y la violencia forman parte de un estilo de vida.