sábado, junio 27, 2009

Abuelas que Oran


Por cincuenta años, la Hermana Agnes y la señora Baker oraron para que su país, Letonia, obtuviese la liberación de la opresión soviética.
Sobre todo, clamaron por la libertad de poder adorar otra vez, en su Iglesia Metodista en Liepaja. Cuando el régimen ateo soviético usurpó el poder, los enemigos invasores se apoderaron de la iglesia y convirtieron el santuario en un salón de deportes.
Sus oraciones fueron contestadas en 1991, cuando la opresión llegó a su final.
Los soviéticos se marcharon y la pequeña nación fue liberada. Era imperioso reconstruirla y la Hermana Agnes y la señora Baker estan decididas a prestar la ayuda necesaria.Primero, las dos mujeres de más de ochenta años de edad, hablaron con un ministro local.
Le dijeron, que si él estaba de acuerdo en ser su pastor, ellas serían los primeros miembros de la congregación. ¡Una iglesia acaba de renacer!El próximo paso era recuperar el título de propiedad del edificio.
Una vez conseguido, comenzaron a arreglar la iglesia para la celebración de los servicios. una de las mujeres asumió la responsabilidad de pintar las paredes de veinticinco pies de alto.
por varias semanas ella colocó los andamios y pintó las paredes y el techo. Los altos ventanales, construidos al estilo del arquitecto italiano Andrea Paladio, fueron limpiados hasta sacarle un brillo reluciente y el lustre le fue restaurado al piso de madera.Gracias a una investigación minuciosa llevada a cabo por los miembros de la iglesia, los bancos originales fueron encontrados en un almacén en las afueras de la ciudad.
Los mismos fueron regresados y colocados en su debido lugar, para ser usados por los adoradores.
La Hermana Agnes, había guardado en su casa el órgano de la iglesia, y lo devolvió al santuario.
Cuando ella no dirigía el coro, tocaba el órgano con gran entusiasmo.¡Dios había sido fiel! .
Lenin había pronosticado que el cristianismo dejaría de exitir en la próxima generación.
Dijo que después de la muerte de las abuelas, no quedarían más cristianos. ¡Pero él no conocía a la Hermana Agnes, a la señora Baker y al Dios que ambas amaban!
El Señor desea mostrarse como el Dios fuerte y que está a tu favor, tal y como lo hizo para la señora Baker y la Hermana Agnes.
Mateo 16:18Y edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
2 Crónicas 16:9Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es perfectamente suyo.

Simbolo Status.



Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRÁ. (Romanos 1:17 LBLA)

Justo - En su libro El Escritor de Cartas, Tim Hegg hace un punto importante sobre la comprensión de Pablo sobre la justicia después de su encuentro con Cristo. Como fariseo, Pablo consideraba la justicia como el marcador identificador de los elegidos de Dios. Como creía que la elección era tema de heredad étnica, pensaba que todos aquellos capaces de trazar su linaje hasta Abraham eran considerados y marcados como justos ante Dios.

La salvación de los judíos estaba basada en la fe de Abraham. Esta marca de justicia al final se aplicó sólo a quienes descendían de Abraham.

Entonces sucedió algo. Pablo se encontró con el Cristo vivo. Su teología fue alterada dramáticamente. Vio la luz. La justicia no era un símbolo de estatus étnico. Era un símbolo de estatus espiritual. Indicaba el estado que el Dios justo imputaba a quienes confiasen en El. Así que como resumen de todo lo que Pablo sabe sobre la fe, cita Habacuc 2:4. Pero no lo cita de manera en que usualmente lo percibimos en ésta traducción del versículo.

El hebreo de Habacuc debería leer, “Es en la base de la fe que vive el justo.” En otras palabras, quién confía en Dios manifiesta justicia. Eso es lo quiere decir ser justo. Sobre a base de ésta confianza, esa persona vivirá. Eso significa que la confianza produce la clase de persona que persevera.

La justicia no es algo que procuro mientras coloco mi confianza en Dios. Dios me considera justo y por eso tengo fe en El. Como resultado, vivo mi vida basado en esa fe y esa es la demostración de justicia. Dice Hegg, “para Pablo, las palabras “justo” o “justicia”… no sólo describen una idea o ideal (como lo haría el griego) sino mas bien el carácter de santidad dentro de los confines de la relación - en éste caso, la relación del pecador con Dios así como la del hombre…Entrar al pacto (el cual adscribe el estatus de justo) también provoca la capacitación de vivir dentro de las guías de ese pacto- ´vivir sensatamente, justamente y de manera santa en la era presente.´”

Dios hace justos a los pecadores. Al hacerlo, capacita a los hombres y mujeres a vivir la demostración de esa justicia guardando Sus instrucciones de pacto. Eso significa que Habacuc no dice, “Es en la base de mi fe que recibo justicia.” El dice, “Aquellos marcados como justos son preservados en base a la fe (confianza).”

En otras palabras, aquellos que van hacia adelante después que Dios los ha escogido, viven según la fe que han colocado en Dios. Son miembros del pacto de gracia, y ese pacto afecta cada pensamiento, decisión y acción que toman en el mundo.
La gracia los domina, los satura y los infunde hasta que no tienen otra manera de existir en el mundo. No ganaron esa gracia.

No vino de la herencia ni de sus esfuerzos personales, pero una vez que llegó, lo cambió todo dentro de ellos y sobre ellos. Y ahora no pueden vivir sin ella. Han sido marcados como justos y ahora viven justamente. Los dos van mano a mano.

Quizás nunca sabremos por qué nos escogió Dios. Lo único que sabemos es que fuimos confrontados, humillados y despojados. El nos escogió y nos sometió a Él. De ese momento en adelante, nuestras vidas exhibieron la llenura de la gracia, el cual tuvo como resultado de un proceso de exhibir justicia.

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Dr. Skip Moen.
www.SkipMoen.com

martes, junio 23, 2009

VISION MUNDIAL EL SALVADOR








ESTO ES PARTE DEL TRABAJO QUE HECEMOS


POR


LOS NIÑOS, NIÑAS, ADOLESCENTES, JOVENES Y FAMILIAS EN VISION MUNDIAL
EL SALVADOR
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domingo, junio 21, 2009

Sinseridad al predicar


por John Stott
La sinceridad, el ser honesto es una cualidad que es fruto del Espíritu Santo, que simplemente describe a una persona que con convicción cree en lo que dice y lo siente.

La juventud contemporánea nada detesta más que la hipocresía, y nada le es más atractivo que la sinceridad. Además, con ello refleja la mente de Cristo quien reservó sus denuncias más severas para los hipócritas. Los jóvenes detestan nuestras hipocresías y subterfugios de adultos. Tienen una percepción muy sensible, por la cual perciben el más pequeño olor a hipocresía religiosa a una distancia considerable. Sospechan especialmente de nosotros los predicadores y de nuestras pretensiones enfáticas; olfatean para ver qué inconsistencias pueden descubrir, así como los perros tras una rata que se esconde. No es que ellos sean por su parte invariablemente honestos y consecuentes; ¿qué ser humano caído lo ha sido alguna vez? Sin embargo, tienen razón en esperar altos niveles de integridad en nosotros puesto que los predicadores no son catedráticos que diserten sobre temas lejanos a su propia experiencia, interés y creencias; están comprometidos personalmente con su mensaje. Por ello, si hay alguien sincero debe ser el predicador.


La sinceridad de un predicador consta de dos aspectos: habla en serio al estar en el púlpito y practica lo que dice cuando no está allí. De hecho, ambas cosas van de la mano inevitablemente, puesto que como dijera Richard Baxter: «quien habla en serio seguramente cumplirá lo que habla».


La persona del Predicador


Su conversión. – La primera y más elemental aplicación del principio arriba mencionado para el predicador es que quien proclama el evangelio debe haber recibido el evangelio él mismo, y quien predica a Cristo debe conocerlo. ¿Qué diremos, entonces, acerca de la peculiaridad de un predicador inconverso, o un evangelista no evangelizado? Spurgeon lo retrata con su habitual agudeza:


  • Un pastor sin la gracia es un ciego elegido como catedrático de óptica, que filosofa acerca de la luz y la visión... ¡al tiempo que él mismo está en absoluta oscuridad!

  • Es un mudo elevado a la cátedra de música; ¡un sordo que escribe fluidamente sinfonías y armonías!


Nos reímos de esta imagen retórica bien ilustrada, pero no con la grotesca anomalía que ella describe. Sin embargo, aún existen personas así en los púlpitos de algunas iglesias.


No es posible citar una instancia más notable que la del Reverendo William Haslam. Ordenado al ministerio de la Iglesia de Inglaterra en 1842, trabajó arduamente en una parroquia del norte de Cornwall. Era un clérigo tratadista a quien le desagradaban verdaderamente los protestantes que no pertenecían a la Iglesia Anglicana; era además una autoridad en antigüedades y arquitectura. Pero no estaba satisfecho; no había una fuente de agua viva en su interior. En 1851, nueve años después de su ordenación, se encontraba predicando el evangelio del día en base al texto: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (Mt 16.15), el Espíritu Santo (sin duda en respuesta a muchas oraciones) abrió sus ojos y su corazón para ver al Cristo del que hablaba y poder creer en él. El cambio que tuvo lugar en él fue tan obvio que un predicador local presente en la iglesia saltó y gritó: «¡El pastor se convirtió! ¡Aleluya!», en ese instante su voz se ahogó en las alabanzas de la congregación de 300 ó 400 personas. Haslam, por su parte, «se unió a la explosión de alabanza, y para hacerla más ordenada... entonó la doxología... y la gente cantó con la voz y el corazón, una y otra vez». Volaron las noticias de que «¡el pastor se había convertido, y este por su propio sermón, en su propio púlpito!».


Su conversión fue el comienzo de un gran avivamiento en su parroquia, que duró alrededor de tres años con un sentimiento vivo de la presencia de Dios, y conversiones casi diarias; en años posteriores, Dios lo llamó al ministerio sumamente inusual de llevar a muchos clérigos al conocimiento personal de Jesucristo.


Su vida privada. – Sin embargo, los miembros de la iglesia tienen derecho a esperar que el Espíritu Santo haya hecho más en la vida de los pastores que llevarlos a la conversión. Naturalmente, buscan también el fruto del Espíritu, es decir, la madurez del carácter cristiano. Pablo instó a Timoteo y a Tito a ser modelos del comportamiento cristiano. De forma similar, Pedro instruyó a los ancianos a ser «ejemplos para el rebaño», en lugar de dominarlo. El énfasis es claro. La comunicación se realiza por medio del símbolo como por el habla. Porque «un hombre no puede predicar solamente, también debe vivir. Y su vida, con todas sus pequeñas peculiaridades, hace una de dos cosas: o bien coarta su predicación, o le da carne y hueso». No podemos esconder lo que somos. Por cierto, lo que somos habla tan claramente como lo que decimos. Cuando se unen ambas voces, se duplica el impacto del mensaje; pero al contradecirse, incluso el testimonio positivo de una es negado por la otra. Este fue el caso del hombre que Spurgeon describe como un buen predicador pero un mal cristiano: «Predicaba tan bien y vivía tan mal, que cuando estaba en el púlpito todos comentaban que jamás debería dejarlo, y cuando lo dejaba todos declaraban que no debía subir a él de nuevo».


Es en este aspecto que se nos presenta un problema práctico. Se les enseña a los pastores a ser modelos de madurez cristiana. La congregación tiende a vernos como tal, a ponernos en un pedestal, a idealizarnos e incluso a idolatrarnos. Sin embargo, sabemos que la reputación que nos atribuyen es al menos parcialmente falsa, puesto que, si bien la gracia de Dios ha estado obrando en nosotros y continúa haciéndolo, no somos los ejemplos máximos de virtud que ellos tienden a pensar que somos. ¿Entonces, qué debemos hacer? ¿No es la misma sinceridad que estamos discutiendo la que exige que destruyamos el mito que han creado, y que divulguemos la verdad sobre nosotros mismos? ¿Qué grado de apertura personal es apropiado en el púlpito? Mi respuesta a estas importantes preguntas es que una vez más debemos evitar las reacciones extremas.


Por un lado, convertir el púlpito en un confesionario sería inapropiado, indecoroso, y no ayudaría a nadie. Por otro, disfrazarse de perfecto sería deshonesto de nuestra parte, además de desalentador para la congregación. Por ello, ciertamente debemos admitir que somos seres humanos caídos y frágiles, vulnerables a la tentación y al sufrimiento, que luchan con las dudas, el temor y el pecado, y que necesitan depender continuamente de la gracia de Dios que perdona y libera. De esta forma, el predicador puede seguir siendo un modelo, pero un modelo de humildad y verdad.


El cuidado de sí mismo. – A partir de lo anterior, nuevamente es obvio que la predicación no puede ser reducida al aprendizaje de algunas técnicas retóricas. Subyace toda una teología, y todo un estilo de vida. La práctica de la predicación no puede divorciarse de la persona del predicador.


De allí proviene el énfasis neotestamentario en la autodisciplina del pastor. «Tengan cuidado de sí mismos», fue la admonición de Pablo a los presbíteros de la iglesia de Éfeso, antes de agregar, «y de todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos para pastorear la iglesia de Dios» (Hch 20.28). Del mismo modo, escribió a Timoteo: «Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza» (1 Ti. 4.16). Este orden es vital. Los pastores tenemos responsabilidades asignadas por Dios tanto hacia la congregación como hacia la doctrina que enseñamos, porque ambas nos han sido encargadas. Sin embargo, nuestra responsabilidad primera es hacia nosotros mismos; guardar nuestro caminar personal con Dios y nuestra lealtad hacia él. Nadie puede ser un buen pastor o maestro para otros si no es en primer lugar un buen siervo de Jesucristo. Los hábitos disciplinados de visitación y consejería pastoral por un lado, y de estudio teológico y preparación del sermón por el otro, se convierten en ejercicios infructuosos, a menos que vayan sustentados por hábitos de devoción personal, especialmente en meditación bíblica y oración.


Cada pastor sabe cuán exigente es su ministerio. Es posible que encontremos falta de comprensión e incluso oposición; ciertamente nos agotaremos en cuerpo y mente; puede que también debamos soportar la soledad y el desaliento. Incluso las personalidades más fuertes colapsan bajo el peso de estas presiones, a menos que el poder de Dios se esté revelando en nuestra debilidad, y la vida de Jesús se revele en nuestros cuerpos mortales, de modo que por dentro nos vayamos renovando día tras día (2 Co 4.7–11 y 16).


La relación indisoluble entre el predicador y la predicación se refleja en muchas de las definiciones de esta última. Una de las más conocidas fue la de Phillips Brooks:


  • La predicación es la comunicación de la verdad de un hombre a los hombres. Contiene dos elementos esenciales: la verdad y la personalidad. No es posible que carezca de alguno de ellos y continúe llamándose predicación.… La predicación es traer la verdad mediante la personalidad ... la verdad es en sí misma un elemento fijo y estable; la personalidad es un elemento que varía y crece.
    Otra po Henry Ward Beecher:


  • Un predicador es, en alguna medida, una reproducción de la verdad en una forma personal. La verdad debe existir en él como una experiencia viva, un glorioso entusiasmo, una intensa realidad.


Es posible discernir un énfasis algo similar en la definición de predicación del laico congregacional Bernard Lord Manning:


  • Una manifestación de la Palabra Encarnada, a partir de la Palabra Escrita, y mediante la Palabra Hablada. Es un acto de adoración extremadamente solemne, en que lo entregado, el Evangelio del Hijo de Dios, eclipsa e incluso transfigura al predicador que lo declara.

  • Es ciertamente inconcebible que un predicador no se conmueva con lo que predica. Es el mensaje el que hace al predicador, controla sus pensamientos e inspira sus obras. Estas tres definiciones enfatizan que existe un nexo indispensable entre el predicador y el acto de predicación.

Argumentos a favor de la sinceridad


Para la mayoría de las personas la sinceridad es una virtud que no necesita explicación; rara vez necesita ser mencionada. Sin embargo, la facilidad con que todos nos alejamos de la estricta honestidad y caemos en algún grado de fingimiento o hipocresía indica que sería prudente armarnos de argumentos. No es difícil encontrarlos; el Nuevo Testamento expone al menos tres.


Los peligros inherentes de ser un maestro. – Ciertamente la enseñanza es un don espiritual, y su ministerio es un gran privilegio. Al mismo tiempo, se trata de un ministerio lleno de peligro, puesto que los maestros que instruyen a otros no pueden aducir que ignoran su propio currículum. Tal como, escribiera Pablo sobre un rabino judío: «Ahora bien, tú que... estás convencido de ser guía de los ciegos y luz de los que están en la oscuridad, instructor de los ignorantes, maestro de los sencillos, pues tienes en la ley la esencia misma del conocimiento y de la verdad; en fin, tú que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? (Ro 2.17–21). La razón por la que la hipocresía es particularmente desagradable en los maestros es que no tiene excusa. De ahí la dureza del juicio de Jesús sobre los fariseos: «porque no practican lo que predican» (Mt 23.1–3). Ésta es también la razón para el sorprendente consejo de Santiago: «Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad» (Stg 3.1).


La hipocresía causa gran ofensa. – Sin duda, muchas personas se han apartado de Cristo por el comportamiento hipócrita de algunos que dicen seguirlo. Pablo lo sabía, y estaba decidido a no ser piedra de tropiezo para la fe de otros: «Por nuestra parte, a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no se desacredite nuestro servicio. Más bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios» (2 Co 6.3, 4). Luego procedió a mencionar su resistencia y carácter como evidencia de la realidad de su fe. No existía dicotomía entre su mensaje y su comportamiento.


Con otros predicadores es distinto. Mientras estamos en el púlpito abogamos en gran manera por Cristo y por la salvación que él provee, pero cuando descendemos de él lo negamos y no damos, más que cualquier otro, evidencias de haber sido salvados. Es entonces cuando el mensaje carece de credibilidad. Si nuestra vida lo contradice, nadie aceptará nuestro mensaje cristiano más de lo que aceptarían un remedio para el resfrío recomendado por un vendedor que tose y estornuda entre cada frase. Obstaculizamos tremendamente nuestro trabajo si edificamos con nuestras bocas los domingos durante una o dos horas y luego derribamos todo con nuestras manos durante el resto de la semana:


Un error palpable en aquellos ministros que crean tal desproporción entre su predicación y su vida es que estudian arduamente para predicar correctamente y estudian poco o nada en absoluto para vivir correctamente [cursivas añadudas]. La semana completa no alcanza para estudiar cómo hablar por dos horas; y sin embargo una hora parece ser demasiado para estudiar cómo vivir toda la semana… Debemos estudiar con el mismo ímpetu tanto para vivir bien como para predicar bien. (Richard Baxter. The Reformed Pastor.)


La influencia positiva de ser una persona genuina. – Ello era evidente en el caso de Pablo. No tenía nada que esconder. Cuando se decidió a renunciar definitivamente a «todo lo vergonzoso que se hace a escondidas», su política fue «la clara exposición de la verdad», y recomendarse de este modo «a toda conciencia humana en la presencia de Dios» (2 Co 4.2). Detestaba la artimaña y el engaño. Ejerció su ministerio abiertamente, y podía apelar tanto a Dios como al hombre como testigos suyos (por ejemplo, 1 Ts 2.1–12). Su convicción personal, solidez de conducta y rechazo de todo subterfugio proporcionaron un fuerte fundamento a todo su ministerio. Nada de su vida o estilo de vida impedía que creyeran sus oyentes o podía ser usado como excusa para no creer. Creyeron en él porque era digno de buena fe. Lo que era y lo que decía era lo mismo.


Estoy convencido de que en nuestros días la simple sinceridad no ha perdido nada de su poder de atracción o impresión. Fue en 1954 cuando Billy Graham alcanzó los titulares por primera vez en Gran Bretaña, con su Gran Cruzada de Londres. Aproximadamente 12.000 personas llegaron a Haringay Arena cada noche durante tres meses. La mayoría de las veces estuve presente, y al mirar la vasta muchedumbre a mi alrededor no pude evitar compararla con nuestras iglesias medio vacías. «¿Por qué viene esta gente a escuchar a Billy Graham,» me preguntaba, «y no viene a escucharnos a nosotros?» Estoy seguro de que había muchas respuestas justas para esa pregunta. Pero lo que seguía respondiéndome a mí mismo era: «Ese joven evangelista norteamericano es de una sinceridad indisputable. Aun sus críticos más acérrimos coinciden en que es sincero. Realmente creo que es el primer predicador cristiano sincero y transparente que muchas personas han oído». Hoy, años después, no he encontrado razón para cambiar de opinión. Es así como la hipocresía siempre repele, pero la integridad o autenticidad siempre atraen.


Una de las principales evidencias de la autenticidad es estar dispuesto a sufrir por lo que creemos. Pablo hablaba de sus aflicciones como credenciales. El predicador insincero diluye el evangelio de la gracia, para evitar «ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo» (Gá 5.11–6.12). El verdadero siervo de Dios, por otro lado, se acredita en todo por su resistencia a la oposición (2 Co 6.4, 5). Sus sufrimientos pueden ser asimismo internos puesto que el predicador es particularmente vulnerable a las dudas y la depresión. A menudo es mediante una lucha oscura y solitaria que ha emergido hasta alcanzar la luz de una fe serena. Sus oyentes pueden discernirlo, y le prestarán mayor atención. Colin Morris lo ha expresado de esta acertada forma:


  • No es desde un púlpito sino desde una cruz que se enuncian las palabras llenas de poder. Para ser eficaces, los sermones necesitan ser vistos ademas de escuchados. La elocuencia, la habilidad homilética y el conocimiento bíblico no bastan. La angustia, el dolor, el compromiso, el sudor y la sangre acentúan las verdades explícitas que escuchan los hombres.


La sinceridad personal es probablemente el mejor contexto para mencionar las materias prácticas de reproducción de la voz y los gestos, lo cual es causa de ansiedad para la mayoría de los predicadores jóvenes e inexpertos. Es comprensible que sientan aprehensión por su forma de hablar («¿cómo se oye?») y su porte («¿cómo me veo?»). En consecuencia, algunos deciden averiguar. Se paran ante el espejo, adoptan una variedad de poses y se observan al gesticular; también se escuchan por medio de una grabadora.


De hecho, hoy en día se combina la imagen y el sonido en la cámara de vídeo, la cual es usada regularmente por los seminaristas norteamericanos que aprenden a predicar, y también en otros países. Ahora bien, no es mi intención vedar el uso de estos aparatos, porque no me cabe duda de su utilidad. Y ciertamente la cinta audiovisual es preferible al espejo, puesto que delante del espejo de hecho se actúa, mientras que la cinta permite la evaluación posterior objetiva de un sermón, que ocurre en forma completamente natural. Sin embargo, aún quisiera advertirles de sus peligros. Si se mira al espejo y se escucha en un cassette, me temo que es posible que continúe observándose y escuchándose a sí mismo al estar en el púlpito. En ese caso, el predicador se condenará a una esclavitud paralizante de preocuparse por sí mismo justo en el momento— en el púlpito—en que es esencial cultivar el olvido de sí mismo mediante la creciente conciencia de la presencia de Dios. Además, el predicador no debe olvidarse que habla en nombre de Dios y se dirige a su pueblo. Sé que los actores hacen uso del espejo y la cinta, pero los predicadores no son actores ni el púlpito es un escenario. Así es que ¡cuidado! Puede tener más valor pedirle a un amigo sincero acerca de la voz y gestos en el púlpito, en especial si necesitan corrección. Un proverbio hindú dice que «quien tiene un buen amigo no necesita espejo». Luego podrá ser usted mismo y olvidarse de sí mismo.


Puedo dar testimonio del gran valor de tener uno o más «críticos laicos». Cuando comencé a predicar, a fines de 1945, le pedí a dos estudiantes de medicina, amigos míos, que asumieran ese papel. (¡Los médicos son excelentes para esta tarea porque están entrenados en el arte de la observación!) . Si bien recuerdo haber quedado devastado por algunas de las cartas que me escribieron, su crítica siempre fue sana. Ambos son hoy eminencias en el campo de la medicina. El predicador que pertenece a un equipo ciertamente debe solicitar el comentario de sus colegas. De hecho, la evaluación ocasional en grupo, ya sea del equipo pastoral o de un grupo de personas, convenido especialmente y que incluya a laicos, ha probado ser de inmenso valor para los predicadores. La evaluación irá más allá de la forma de hablar y gestos al contenido del sermón, incluido nuestro uso de la Escritura, nuestra idea principal y objetivo, nuestra estructura, palabras e ilustraciones, y nuestra introducción y conclusión.


En su Segunda Serie, Spurgeon incluye dos charlas sobre «Postura, acción y gestos, cuando se predica un sermón, ilustradas con caricaturas de clérigos que gesticulan en forma grotesca. Estas charlas contienen muchos consejos sabios y divertidos, y aun así es obvio que le preocupa que sus estudiantes preserven la naturalidad. Preferiría que fueran torpes e incluso excéntricos a que comiencen a «posar y actuar».20 Al respecto escribe:


Espero que hayamos abjurado de los trucos de los oradores profesionales: la tensión que busca el efecto, el clímax estudiado, la pausa preestablecida, el pavoneo teatral, la pronunciación afectada de las palabras y quién sabe qué más, lo cual es posible ver en ciertos clérigos pomposos que aún sobreviven en la faz de la tierra. Ojalá se conviertan pronto en animales extintos, y aprendamos todos una forma simple, natural y viva de explayarnos sobre el evangelio, puesto que estoy persuadido de que Dios bendecirá dicho estilo.


«Caballeros», dijo a sus estudiantes en otra charla, «retomo mi regla: usen su propia voz natural. No sean monos, sino hombres; no loros, sino hombres que muestren originalidad en todas las cosas... Yo repetiría esta regla hasta cansarlos, si creyera que la olvidarían: sean naturales, sean naturales, sean naturales siempre».
Esta naturalidad es hermana de la sinceridad. Ambas nos prohiben imitar a otros. Ambas dicen que seamos auténticos.


La predicación no puede ser aislada jamás del predicador. Es él quien determina tanto lo que dice como forma de expresión. Puede ver la gloria de la predicación y comprender su teología. Puede estudiar arduamente y prepararse bien. Puede ver la necesidad de relacionar la Palabra con el mundo, y tener el genuino deseo de ser un constructor de puentes. Sin embargo, puede que aún carezca del ingrediente vital (cuya falta nada puede compensar): la realidad espiritual personal. La sinceridad es una cualidad que es fruto del Espíritu Santo, que simplemente describe a una persona que cree en lo que dice y lo siente.

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John R. W. Stott es conocido en todo el mundo como un experimentado pastor, evangelista, predicador, escritor y erudito reformado. Fue rector de «All Souls Church» (Londres), y fundador y director de «London Institute for Contemporary Christianity».
Este artículo ha sido tomado y adaptado de La predicación puente entre dos mundos, Libros Desafío. Apuntes Pastorales, Volumen XXI – Número 1

Descanso ùtil



por John R. Stott

¿Cómo podemos, en medio de todas estas presiones que nos acosan, sobreponernos al desánimo, y también mantener la frescura espiritual? Personalmente, estoy convencido de que la raíz del estancamiento es, con frecuencia, la falta de autodisciplina.


El estancamiento es hoy uno de los problemas más comunes del liderazgo cristiano, aún más grave que el desánimo. Cuando perdemos la frescura espiritual, nuestra visión empieza a desvanecerse y hasta puede disminuir nuestra fe; la gloria del evangelio puede empañarse al grado de que ya no nos emocione, no haya brillo en nuestros ojos, ni entusiasmo en nuestra acción. Entonces, empezamos a parecer agua estancada en lugar de riachuelos. ¿Cómo podemos, en medio de todas estas presiones que nos acosan, sobreponernos al desánimo, y también mantener la frescura espiritual? Personalmente, estoy convencido de que la raíz del estancamiento es, con frecuencia, la falta de autodisciplina.

Quiero señalar tres tipos de disciplina: la primera es la disciplina del descanso y la relajación; la segunda es de administración del tiempo, y la tercera está relacionada con la vida devocional. En este número de Apuntes Pastorales publicamos la primera de las disciplinas.

La disciplina del descanso y la relajación

Los seres humanos somos criaturas extremadamente psicosomáticas. De hecho, somos criaturas pneumato-psico-somáticas, porque somos cuerpo, mente y espíritu. No es fácil entender la interrelación entre estas áreas, pero sabemos que la condición de una incumbe a las otras. La condición del cuerpo afecta de manera particular nuestra vida espiritual. A veces, cuando me consultan por un problema espiritual, advierto que la solución para esa persona es tomarse una semana de vacaciones. Cuando estamos con ganas de predicar acerca de Jesucristo, y además nos sentimos bien físicamente, las cosas resultan más fáciles. Por eso es necesaria la disciplina del descanso.

En primer lugar, es necesario tomarse un poco de tiempo para uno mismo. Algunos líderes cristianos son trabajadores compulsivos: piensan que si no trabajan mañana, tarde y noche, no son buenos siervos de Dios. Ponen a Jesús como modelo, diciendo que Jesús siempre estuvo disponible a todas horas. Pero al afirmar esto, muestran que su conocimiento de la Biblia deja mucho que desear, porque Jesús no estaba disponible a todas horas.

Quisiera darles a los trabajadores compulsivos el mensaje de Marcos 6.45: «En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir adelante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud». Despidió a la multitud, para poder descansar y orar. Por lo tanto, no debemos sentirnos culpables de tomar algunos periodos de descanso.

Por mi parte, estoy muy agradecido por la siesta, jamás no podría levantarme temprano si no tomara una siesta por la tarde. Recuerdo muy bien cuando visité por primera vez América Latina. Había estado viajando por el continente, y en ese momento me encontraba en Argentina. Durante la última presentación pública en Buenos Aires, alguien me preguntó si había aprendido algo en América Latina. Rápidamente contesté que había adquirido tres valiosas lecciones: la primera era el gran beneficio de la siesta; la segunda era que estaba arrepentido del vicio inglés de la puntualidad, y en tercer lugar, me gustaba el gesto cálido de besar al saludar. Agregué que al regresar a Londres, tendría que olvidarme de dos de ellas… pero he mantenido la costumbre de la siesta. Aunque nuestras necesidades varían de acuerdo con nuestros temperamentos, todos precisamos un tiempo adecuado para dormir y descansar.

También deberíamos tomarnos un día de descanso a la semana; me temo que yo mismo a veces no lo hago, pero creo que debemos obedecer con más fidelidad el cuarto mandamiento; si no lo hacemos, estamos afirmando tener mayor sabiduría que Dios, ya que él nos hizo de manera que necesitamos el ritmo de un día de descanso cada siete. Durante la Revolución Francesa, el ser humano trató cambiar esto, y lo intentó nuevamente en 1917, después de la revolución rusa, pero el experimento de hacer semanas de nueve o diez días fracasó. Dios sabía lo que hacía cuando nos dio un día de descanso cada siete, y no debemos pretender que tenemos mayor sabiduría que él.

En segundo lugar, quiero referirme a las actividades recreativas, y a los pasatiempos. Probablemente cada uno de nosotros guste de practicar algún deporte, y eso es excelente, ya que nos da la oportunidad de hacer actividad física con nuestros amigos. Pero también es importante que tengamos un pasatiempo. Una alternativa podría ser interesarnos por algún aspecto de la naturaleza. Los cristianos evangélicos tenemos una buena doctrina de la redención, pero no de la creación. Me gustaría animarle a observar pájaros, por ejemplo. Quienes practican esta forma de esparcimiento difícilmente sufren colapsos nerviosos, ya que esta práctica permite hacer ejercicio y respirar aire puro. No encuentro palabras para describir la magia de las primeras horas de la mañana, después de la salida del sol, cuando he ido a disfrutar de la vista, los sonidos y los olores de la naturaleza; es una experiencia incomparable, y además mantiene ocupada la mente, alejándola de las presiones del trabajo. También ayuda a meditar acerca de la complejidad y la belleza de la creación de Dios. En cuento sea posible, nuestro pasatiempo debe hacerse al aire libre.

En tercer lugar, pero no menos importante, tenemos la familia y los amigos. Por lo general reconocemos que en nuestro círculo familiar nos aman y nos aceptan, por lo que podemos relajarnos. Los casados nunca deben olvidar que es vital dedicar suficiente tiempo a sus familiasSiempre he admirado a mi sucesor como rector de la iglesia «All Souls», en Londres. Michael Baughn es un padre de familia maravilloso. Él y su esposa son muy felices, tienen tres hijos, que ya son adultos, y resultan un ejemplo de vida familiar cristiana. Michael se propuso estar siempre con su familia durante la cena. Esto lo decidió cuando sus hijos eran pequeños, y seguramente cenaban temprano. No importaba qué estuviera haciendo, él dejaba todo para ir a cenar con su familia.

Todos necesitamos también amigos fuera del círculo familiar, especialmente si somos solteros. Es bueno orar por nuestros «amigos del alma», pues son personas con quienes podemos compartir profundamente nuestras experiencias espirituales. Me pregunto si valoramos suficiente el regalo de Dios de la amistad.

¿Cómo completarían el siguiente versículo, escrito por Pablo?: «Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores. Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con…» ¿Con qué?, ¿cómo termina el versículo?, ¿cómo consoló Dios a Pablo cuando estaba cerca del colapso? Los cristianos «súper espirituales» probablemente dirían: «Dios los consoló con la presencia de Jesús», pero no es así como continúa Pablo. Él «nos consoló con la venida de Tito», con la llegada de un amigo cercano y las noticias que él traía. Dios utiliza esta necesidad humana de la amistad para consolarnos.

Tenemos otro ejemplo de Pablo, al final de su segunda carta a Timoteo: parece que está en la prisión de Mamertina, en Roma, donde no había ventanas sino solamente unas pequeñas aberturas circulares en el techo, por las que entraba luz y se ventilaba la celda. Pablo saldría de esa prisión solo para su ejecución. Fue entonces cuando confesó: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe». Él se encontraba en la plenitud de su madurez, al final de su vida; sin embargo, se sentía solo; era un gran cristiano, maduro, pero solo. Entonces escribió acerca de la presencia de Dios en el capítulo 4 («Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas») y acerca de la esperanza de la segunda venida de Jesús, pero ninguna de estas dos verdades teológicas le quitaron el sentimiento de soledad. Después, en el versículo 9, anota «procura venir pronto a verme» y en el versículo 21: «procura venir antes del invierno». Pablo también le pidió al joven discípulo su capa porque tenía frío.

Lo anterior nos hace ver que Pablo era un gran cristiano, pero también era muy humano y no temía admitir su necesidad de la compañía de sus amigos.

En síntesis, necesitamos tomar tiempo de descanso, practicar deportes o pasatiempos y finalmente, requerimos de nuestra familia y amigos. Estas necesidades son humanas y nunca debemos avergonzarnos de admitir que las experimentamos.
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Copyright Apuntes Pastorales XXIV-.

lunes, junio 08, 2009

Àguila pescadora


El canal National Geografic presentó un programa que mostraba cómo hacen las águilas para atrapar peces en los lagos. Vuelan muy alto sobre el lago, , y su visión es tan aguda que localizan con facilidad al pez que quieren pescar. Al verlo, doblan las alas hacia atrás y se lanzan directamente hacia él a gran velocidad. Al llegar al agua, extienden las alas, abren las garras, asen al pez y vuelven a la playa.En ese programa, mostraron una película que presentaba un hecho poco común. Un águila se sumergió apara atrapar al pez; pero, el pez era muy grande. Al comenzar a levantar el vuelo, el águila hacía un esfuerzo muy grande. El pez era pesado y ella no lograba soportar su peso.Dándose cuenta de que no podía con su presa, trató de soltar al pez. Pero sus garras habían penetrado tan hondo en sus carnes que no podía sacarlas. Luchó mucho, pero no tuvo éxito. Comenzó a caer al lago, ahogándose, porque no pudo librarse de la caza que había atrapado.Muchas veces, nosotros nos aferramos de cosas que pueden ser peligrosas. Escogemos malos amigos, malos programas de televisión, alimentos dañinos. En fin, nuestras elecciones acaban siendo demasiado pesadas y grandes para nosotros.Al principio, creemos que tenemos el control, y que podremos apartarnos del mal cuando lo deseemos. Pero, sin darnos cuenta, eso se transforma en un hábito. Cuando un día tratamos de librarnos y de salir, descubrimos que estamos demasiado agarrados de las malas costumbres. ¡Estamos descontrolados!Lo mismo que le pasó al águila que no consiguió librarse del pez y murió ahogada, puede pasarnos a nosotros; y cuando nos acordemos, será demasiado tarde para abandonar el mal; ciertamente pereceremos juntamente con él. A veces, los malos amigos nos llevan a hacer cosas que no haríamos si no anduviéramos con ellos.En Hebreos 12:11 leemos que debemos librarnos de todo peso del pecado que nos acosa.Así que ¡manténte despierto!Efesios 5:11No tomen parte en las cosas inútiles que hacen los que son de la oscuridad. DHHHistorias Inolvidables, Editorial APIA
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EL Jefe quiere verte


El Consejo Inglés de Higiene Industrial llevó a cabo --hace algún tiempo-- el siguiente experimento: Un sicólogo, empleado del citado Consejo, visitó algunas empresas comerciales, industriales y bancarias, diciendo a los empleados, uno por uno: "El jefe quiere hablar con usted." Estas sencillas palabras: "El jefe quiere hablar con usted", llenaron de inquietante preocupacíon a cuantos las oyeron.Algunos palidecían y se preguntaban: ¿Qué habrá pasado? ¿Qué me querrá decir? ¿Habrá alguna acusación contra mí? ¿Será para decirme que me van a dejar cesante?Si el solo aviso de que el jefe quería hablar con ellos, llenó de angustiosa inquietud a aquellos obreros ingleses, ¿qué será cuando los ángeles suenen las trompetas del juicio para llamar a los pecadores a comparecer ante un Dios airado por los actos de pecado y perversidad de quienes se deleitan practicando lo que los sentimientos de Dios repelen y su justicia condena?Se cuenta que la reina Elisabet de Inglaterra se sintió en cierta ocasión, airada contra Cristóbal Hatton, Canciller del Imperio; y cuando éste fue a entrevistarse con la soberana, Elisabet le lanzó una mirada que paralizó el corazón del Canciller, quien cayó muerto. Si tal cosa le puede suceder a un hombre ante la mirada de una reina, ¿qué será cuando el pecador tenga que comparecer ante un Dios que ciertamente está airado por las injusticias, crímenes y atropellos que se cometen en el mundo?Las Sagradas Escrituras nos revelan que el Día de Dios, los reyes de la tierra, los príncipes, los millonarios, los poderosos y todos los inconversos, tratarán de esconderse en las cuevas y entre las peñas; y clamarán a los montes y a las peñas, diciendo: "Caed sobre nosotros y escondednos del rostro de aquel que está sentado en el trono del juicio, porque el gran día de su ira ha llegado; y, ¿quién podrá permanecer en pie delante de él?"Algunos viven de tal manera como si nunca tuvieran que comparacer ante el Universo. Quiera Dios que cuando tu te encuentres con él, puedas oír que te dice. "Ven buen siervo, en lo poco haz sido fiel, en lo mucho te pondré".Y si obedecemos fielmente todos estos mandamientos ante el Señor nuestro Dios, tal como nos lo ha ordenado, entonces seremos justos. Deuterenomio 6:25Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Deuterenomio 30:20

LA UNIDAD DE LA IGLESIA HOY

Víctor Rey

Este aporte a la reflexión sobre la Unidad de la Iglesia quiere ser un símbolo de la unidad que ya tenemos en Cristo. Sin embargo debemos reconocer que para el observador imparcial, el símbolo sería una manifestación de nuestras profundas divisiones. En América Latina hoy las iglesias evangélicas representan diferentes confesiones o denominaciones, tienen diferentes trayectorias históricas, enfatizan diferentes puntos doctrinales o de acción y lamentablemente en la difícil situación del continente, no siempre se encuentran del mismo lado en las opciones importantes.

Primeramente queremos recalcar, que tenemos conciencia de nuestra división. Partimos de la realidad de un protestantismo que ha continuado la división en América Latina. Somos víctimas de las divisiones que se nos imponen del exterior, y somos impulsados hacia una mayor atomización.

En segundo término queremos afirmar que la Unidad de la Iglesia es una respuesta a un claro llamado bíblico. La Unidad de la Iglesia corresponde a la voluntad del Señor de la Iglesia. No es un asunto que se pueda considerar livianamente; no podemos aislarnos en nuestros triunfalismos denominacionales en virtud de que nuestro Señor ha orado por la unidad de su Iglesia.

En tercer lugar, no hay unidad posible en la misión, a menos que todos atravesemos juntos el camino de la conversión y del perdón. Que abandonemos los falsos valores y dioses para hacernos cautivos del Dios de Jesucristo y así darnos de lleno al pueblo sufrido en un servicio de amor en fidelidad al evangelio del reino de Dios.

La unidad se deriva de nuestra vida en común en Cristo; la unidad que es dinamizada, potenciada por el Espíritu Santo, la unidad que busca la madurez y el crecimiento hacia Cristo: esta unidad tiene el fin de posibilitar la fe del mundo (Juan 17:20-21). Esta unidad apunta más allá de sí, a la intención de Dios de reconciliar todas las cosas (Col. 1:13-23). De esa Unidad con mayúscula, la unidad de la Iglesia debería ser una señal. Es debido a esto que la Iglesia se ocupa de este mundo, se incorpora a la actividad de Dios, se inserta en su voluntad redentora, es decir, a su misión.

Si Jesús ha orado por la unidad de su Iglesia, lo menos que podemos hacer es colocarnos en la búsqueda de esa unidad para colaborar en la respuesta que el Padre quiere dar a la oración de su Hijo. Si Jesús ha orado por la unidad de la Iglesia teniendo frente a sí la perspectiva de la cruz, comprendamos la importancia que asignó a la misma. ¿Cómo nosotros, que queremos ser seguidores de Jesús, podemos permitir que el pasado o los personalismos de hoy, o nuestras profundas discrepancias ideológicas, nos paralicen en la búsqueda de la respuesta a la oración de nuestro Señor?

De hecho, se dan en nuestros países manifestaciones de unidad que superan todas nuestras barreras tradicionales, mostrando a cristianos que juntos testimonian de su fe, de su preocupación por la humanidad, de su amor por los más necesitados. La renovación bíblico-teológica que ha trascendido las fronteras de nuestras confesiones; los distintos movimientos carismáticos; la pequeña iglesia local, donde el estudio bíblico ilumina la acción; la participación de cristianos en la búsqueda de soluciones a los problemas angustiantes de nuestro continente; la búsqueda de un mensaje evangelizador que, superando nuestras instituciones eclesiásticas, anuncie la soberanía del reino de Dios sobre todas las áreas de la vida, etc., son algunas señales de que Dios está respondiendo a la oración de su Hijo. Por medio de ella se nos invita a profundizar nuestra búsqueda de la unidad.

Nuestra unidad, pues, es en el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; nos incorporamos al movimiento de amor del Padre que envía a su Hijo a la total identificación con los oprimidos. En Cristo somos incorporados al anuncio de un reino de justicia, que supera todas las barreras, que libera a todo hombre. Y en el Espíritu Santo somos reprendidos, fortalecidos, consolados, alentados a participar en una misión común. Iglesia unida es la que continúa la solidaridad del Padre con el Hijo y con el Espíritu Santo y lo descubre luchando en toda la creación, superando todas las barreras que frenan la plena manifestación del amor entre las personas.

En esta fe trinitaria y en una praxis que busca expresar la pasión de amor a Dios, descubrimos la base de nuestra unidad e iniciamos una nueva etapa en la búsqueda de su concreción en América Latina.

CRIA TUS HIJOS CON UN POCO DE HAMBRE Y UN POCO DE FRÌO



El amor que les tenemos a nuestros hijos nos lleva muchas veces a cegarnos y a olvidar lo que los hará felices a la larga. Es muy común en estos tiempos que los padres de familia, sobre todo los de ciertos recursos económicos, les construyamos un mundo irreal, sacado de un cuento de Walt Disney, así de la realidad.

Cuando tarde que temprano el cuento termina, nuestros hijos se enfrentan a un mundo que desconocen, que no comprenden, lleno de trampas y callejones sin salida que no saben sortear, y las consecuencias son peores a las que quisimos evitar.

Hace poco la imagen de un padre con lágrimas en los ojos conmovió profundamente al mundo entero. Pelé, el gran ídolo del fútbol de los últimos tiempos, quien a diferencia de otras ocasiones, dio una de las ruedas de prensa más tristes y dolorosas de su Vida: su hijo, Edson de 35 años, fue arrestado junto a 50 personas más en la ciudad de Santos Brasil.

El hijo de Pelé fue acusado de asociación delictiva con narcotraficantes y puede ser condenado a 15 años de cárcel. Con lágrimas en los ojos, el ex futbolista brasileño admitió públicamente que su hijo resultó involucrado en una pandilla de traficantes de cocaína arrestados por la policía. Pelé dijo a los medios: "como cualquier padre, es triste ver a tu hijo metido en grupos como ése y ser arrestado, pero él tendrá que sufrir las consecuencias". Y agregó, "desafortunadamente, yo quizás estaba demasiado ocupado y no me di cuenta."

Es lamentable, porque yo siempre he peleado contra las drogas y no noté Lo que pasaba en mi propia casa. Pelé es un personaje mundial admirable como deportista y hombre honesto que no perdió su humildad como otras figuras del deporte. Sin embargo, es triste que un hombre bueno y talentoso como él se haya "distraído" en su jugada más importante: la formación de sus hijos.

La historia de Pelé no es un hecho aislado. Por desgracia es la vida de cientos de padres de familia de estas épocas atrapados en una agendasaturada de trabajo y de fuera de casa. Papás que compensan la falta deatención a sus hijos con bienes materiales. Los inscriben en las mejoresescuelas, los rodean de lujos y comodidades y piensan que con eso yacumplieron con su tarea de padres, cuando lo único que han logrado es formar niños que desconocen el hambre y tiran lo que no les gusta. Hijos tiranos, pequeños monstruos insoportables y prepotentes que sufrirán y harán sufrir a sus semejantes porque desde pequeños se han salidocon la suya.

Muchachitos que creen que sentir frío o calor es cuestión de aire acondicionado, que el cansancio que han sentido se limita a caminar unas cuadras porque no hallaron estacionamiento frente a la discoteca, jovencitos que piensan que el trabajo de los padres es firmar cheques para que ellos tengan todo lo que se les antoja.

¿Qué posibilidades tienen nuestros hijos de convertirse en hombres y mujeres de bien si los papás les damos todo y no les educamos la voluntad? ¿Qué hijos estamos formando si con nuestra actitud les mostramos que el dinero es lo más importante en la vida?

Confucio decía "Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío".Proverbios señala "Corrige a tus hijos". Cuánto bien hacen los padres a los hijos cuando ponen esa máxima tan sencilla en práctica. Y cuánto daño les hacen al ponerles todo en bandeja de plata.

Hay muchas realidades que como padres quisiéramos desaparecer; el sufrimiento de los hijos, el exceso de sudor, de esfuerzo, y las carenciaseconómicas. Sin embargo, quizás esas realidades no los haganfelices de momento, pero a la larga puedan forjarlos como hombres y mujeres de bien. Ojalá que más padres de familia tengan la inquietud de enterarse por dónde andan sus hijos.

Que no les vaya a pasar que cuando tengan tiempo deban decir: "Estaba demasiado ocupado y no me di cuenta".
"ENCARGATE HOY DE LO POSIBLE QUE DIOS SE ENCARGARA POR TI DE LO IMPOSIBLE".