lunes, noviembre 16, 2009

Preguntas sobre el Liderazgo


René Padilla

En un artículo publicado en el Boletín Teológico Valdir Steuernagel establece el contraste entre el acercamiento a la educación teológica en la década de los setenta y el acercamiento a la misma en el momento actual. Antes, dice, el método era formal, lógico y discursivo. Hoy, "hasta parece que esta generación desprecia el recurso de la abstracción en sí mismo y busca una formación teológica vivencial, experimental, excitante y hasta mística". El autor escribe desde el ángulo de una persona dedicada a la docencia en una institución de educación teológica y lo que dice apunta a los efectos del "espíritu de la época" en los centros de preparación para el ministerio pastoral. El hecho es, sin embargo, que en este momento un alto porcentaje de pastores y líderes de iglesias son personas que consideran que la preparación que precisan no es de modo alguno la que les ofrecen los seminarios o institutos bíblicos.
¿Para qué sirve la educación teológica si lo que las iglesias posmodernas demandan y buscan son líderes "carismáticos" dinámicos y "predicadores electrónicos", expertos en el uso de los mass media y en el marketing religioso? Si lo que interesa es atraer a las masa para que la iglesia crezca numéricamente, se necesitan dirigentes dispuestos a dejar de lado los roles del pastor tradicional y a ensayar nuevas formas de relacionarse con el público y posturas de ejecutivos empresariales exitosos.Hay que reconocer que los nuevos tiempos exigen para la Iglesia un nuevo tipo de líder, menos "cerebral" y más afectivo; menos discursivo y más consciente de los alcances de los "metamensajes". A la vez, a la luz de la enseñanza bíblica caben algunas preguntas.En primer lugar, ¿qué vigencia tiene para el liderazgo cristiano en el mundo actual el modelo del líder-siervo ejemplificado en Jesucristo? ¿Es posible renunciar irrevocablemente al dinero y al poder que se derivan del éxito numérico de la iglesia-empresa, en una sociedad obsesionada con el poder y el dinero?Por otro lado ¿cómo se pueden desarrollar un liderazgo que toma nota de las exigencias éticas del Evangelio y la dimensión profética de la fe, pero que a la vez provee a la contención afectiva tan anhelada por la gente en este momento histórico?Por último, ¿cómo se puede capacitar a líderes que no rehuyan al compromiso hasta el punto del sacrificio y estén dispuestos a "llevar la cruz" cada día, en medio de una generación que busca la comodidad y el menor esfuerzo en todo?

La ternura que procede del Espirítu. Galatas. 5:22-23


Por Harold Segura

«Antes fuimos tiernos entre vosotros,como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos»(1 Tes 2:7)
El Espíritu Santo nos otorga poder. Y qué duda queda cuando el clásico texto pentecostal de Hechos 1:8 así lo confirma: «Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros, y me seréis testigos…».A partir de esta verdad se ha construido una teología centrada en los milagros poderosos, en la predicación prodigiosa, en el liderazgo vigoroso y en formas de gobierno eclesiástico «enérgicas» (por decir lo menos). No hablo aquí de las diversas versiones del movimiento pentecostal clásico al cual admiro y respeto. Hablo de las mil y una versiones del cristianismo de nuestro siglo (católicas y evangélicas) que, reconociendo que el Espíritu otorga poder, se han apropiado de esa realidad para tornarse en poderosos a su propia manera.
Hijos de esta expresión (¿degeneración?) del poder del Espíritu son, entre otros, el caudillismo político evangélico y el clericalismo eclesiástico (insignes profetas y apóstoles). Bajo la sombra del poder se ha ocultado el «poderoso» demonio del egoísmo y la ambición.Hoy he vuelto a leer el otro texto pentecostal, el de Gálatas 5:22, donde se nos presenta el fruto del Espíritu. ¡Pobre de este versículo! Quedó en el sótano de nuestra «fe poderosa» doblegado tras la fuerza admirable de los portentos y maravillas. Enseñaba Pablo que el Espíritu produce «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza». Y me detuve en la menos considerada de estas expresiones del Espíritu: la benignidad, para descubrir que su mejor traducción es dulzura o ternura. Confieso que me significa un descubrimiento admirable.El término griego jréstótés es de difícil traducción al español; así, algunos han optado por benignidad, benevolencia, amabilidad, cordialidad o dulzura. Ternura es otra opción lingüísticamente válida (que me ayuden mis amigos traductores) y con la fuerza para expresar aquello que también da el Espíritu. Porque, valga recordar, el Espíritu actúa con dulzura y terneza (otra posible forma de decir benignidad).Pero esa dulzura, bien sabemos, ha quedado al margen de las virtudes anheladas ante la competencia de otras virtudes más efectivas e impactantes (términos estos del lenguaje mercantil cristiano). Se prefiere pedir a Dios que nos haga poderosos antes de tiernos. Cuando es la ternura la que mejor expresa el poder de Dios. ¡He ahí la paradoja! Es la dulzura la capacidad que mejor expresa la grandeza de Dios, como la ternura su poder.Soñar con una iglesia más tierna, con cristianos más dulces y con dirigentes más llenos de cariño, es volver a soñar con la utopía del Reino, donde Dios también es madre que abraza y amamanta a sus hijos, los mima con ternura y los entretiene entre sus piernas.
(Is 66:12-13).