miércoles, marzo 04, 2009

Bases biblico-teològicas para el trabajo en red


Nicolás Panotto

Aprender a trabajar en red es uno de los desafíos más actuales para la iglesia evangélica, en su vocación y compromiso con los malestares de nuestra sociedad. Al enfrentar proyectos de índole social, iglesias, comisiones y organizaciones cristianas encuentran dificultades para trabajar solas. Por ello, surge la necesidad de unirse y aprender a compartir recursos, ideas y herramientas con la intención de atender las exigencias del medio.

La problemática del trabajo en red, al menos desde una óptica eclesial, se presenta en dos vertientes:
una metodológica y otra teológica.
En cuanto a la primera, es una problemática que responde a nuestra misma naturaleza como seres sociales. Compartir, dialogar y construir siempre contraen dificultades a la hora de organizarse en “red”, lo cual también infunde cierto “temor” en el momento de tomar la iniciativa de trabajar con esta metodología.
En cuanto a la segunda, la dificultad radica en trabajar juntos en una práctica concreta desde trasfondos teológicos muy distintos o desde la pertenencia a diferentes expresiones de lo religioso, incluso cuando esta dimensión no existe explícitamente, en el caso de trabajar con organizaciones no cristianas.

Deseo formular este artículo alrededor de la segunda problemática. La pregunta básica es: ¿existe un punto en común entre distintas expresiones o ideologías para trabajar juntas frente a las problemáticas sociales? Para intentar responder esta pregunta, desarrollaremos dos temas básicos:
la valorización de la “red humana” desde la fe y la centralidad de la práctica solidaria en el ministerio de Cristo.La fe cristiana como construcción desde una “red” humana
Hablar de “red” es hablar de relaciones humanas. Conlleva una instancia amplia de diálogo y valoración del otro u otra a quien debo escuchar y con quien debo construir un espacio mutuo para compartir y trabajar. Por esta razón, comprender y revalorizar la dimensión socio-cultural es esencial para el establecimiento de un serio y genuino trabajo en red.

¿Qué puede decir al respecto la fe cristiana? Básicamente, que las relaciones sociales son esenciales para nuestra fe, no sólo en el sentido de la koinonía o las relaciones fraternales sino también en el estricto concepto de teología, es decir, la construcción del concepto de Dios y su manifestación en la historia. Hay dos puntos centrales respecto a este tema:

▪ Describimos, entendemos y conceptualizamos a Dios desde nuestro entramado social (Dt 5:1-21, Sal 78:12-15, Lv 25). Nuestra “idea” de Dios no nos viene dada de forma estática y única. Le conocemos desde nuestro entramado social, porque somos seres sociales. Y, por ello, le describimos a partir de los valores, particularidades, instituciones e ideales de nuestro entorno y cultura. Dios se revela en la historia (entendiendo historia no como un cúmulo de acontecimientos cronológicos sino como un “espacio vital” de todo grupo humano), y cada grupo social tiene su propia historia. Puesto que a Dios se le conoce por su acción, y ésta depende del espacio vital concreto en que se manifiesta (con sus características, necesidades, cosmovisiones, etc.), se nos plantea el desafío de describir dicha acción de Dios a partir de nuestro discernimiento de “revelaciones” concretas en una historia particular. Y, ya que no podemos describir nuestra realidad de otra forma que no sea en “red”, es decir, comunitariamente, la descripción que hacemos de Dios es a partir de un discernimiento comunitario.

▪ Cristo se revela desde y hacia una red social (Mt 5-7). Jesús forma parte de un entramado social. Se forma como persona a partir de una red de relaciones. A pesar de no tener suficientes datos respecto a su vida antes del ministerio, vemos que él forma parte de una comunidad, adopta una cultura y crece dentro de un espacio familiar. Incluso vemos cómo los condicionamientos históricos y sociales de su época van transformando su persona y su mensaje. Jesús es ser humano porque se forma a partir de una red humana; como mensajero del Evangelio, es agente de cambio y transformación de las redes sociales de su tiempo.

En base a estos dos puntos podemos decir que la fe cristiana revaloriza y redignifica el entramado social, porque es el espacio en el cual habita (Hch 2:42-47, 4:32-35). Vemos entonces que el discernimiento de la acción de Dios a lo largo de su revelación histórica, hasta la encarnación del Hijo, redefine las redes humanas orientándolas hacia un “objetivo escandaloso”: el amor al prójimo (Mr 12:31), incluso más allá de toda “presión” institucional (religiosa, política, económica, social) o conveniencia personal. Esto implica al menos cuatro redefiniciones:
Una redefinición de las relaciones interpersonales (la relevancia del concepto de comunidad)
Una redefinición de las relaciones económicas (la relevancia de la equidad, la justicia y la redistribución)

Una redefinición de los “símbolos” sociales (la relevancia del “desarme” de aquellas maquinarias simbólicas culturales, opresoras e imperialistas, según los criterios de construcción del reino de Dios)
Una redefinición de la “relacionalidad” divina (la relevancia de la “cercanía” de Dios en la redes que configuran la existencia humana)El trabajo en red desde una práctica solidaria cristocéntrica
En el punto anterior hemos tratado de ver que las relaciones humanas juegan un rol esencial para nuestra fe. Aún más, no podemos concebir dicha fe sin una clara experiencia de comunidad y sin una comprensión del rol que tanto la historia como todos sus actores juegan en su definición.

Ahora, respondiendo más directamente a la pregunta formulada al comienzo, ¿qué es aquello que nos une con otros hombres y mujeres, en medio del entramado sociocultural en el que vivimos, cuando intentamos construir espacios de solidaridad orientados a atender las penurias de nuestra sociedad? Aquí es preciso considerar la relevancia de la práctica solidaria de Jesús. A lo largo de los Evangelios contemplamos que el ministerio de Jesús se define como práctica solidaria orientada a personas. Su motivación es la respuesta a la necesidad del prójimo, para que éste transforme su condición a partir del poder de Dios. Lo “cultual” o estrictamente “religioso” no es condición para participar del obrar bondadoso de Jesús. Esto implica que la misma práctica solidaria es un axioma para reconocer la fe en Cristo. Lo vemos en dos relatos:

▪ El buen samaritano (Lc 10:29-37). Tanto el sacerdote como el levita detentan los mayores cargos dentro de la religiosidad judía, pero no reaccionan frente a la necesidad del asaltado. Sí lo hace el samaritano, quien era considerado infiel, impuro, pagano. La pregunta de Jesús es: “¿Y quien es mi prójimo?” (v. 20), a lo cual se responde: “El que tuvo compasión de él” (v. 37).
▪ Los “colaboradores” de Jesús (Mr 9:38-41). Los discípulos se molestan porque hay quienes se adjudican a sí mismos el mismo “poder” que ellos, pero no pertenecen a su “círculo”. No obstante, Jesús deja claro que las acciones de estas personas se unen a las de ellos, ya que apuntan hacia objetivos semejantes: liberar, sanar, restaurar, etcétera.

Por estos relatos podemos concluir que la práctica solidaria es un punto de encuentro y unidad para todo esfuerzo transformador en la historia. Una de las grandes luchas de Jesús fue romper con la estructura opresora de la institución religiosa de su época. Ésta reflejaba, en sus leyes y prácticas, un concepto erróneo de la “economía” divina y una legitimación de la acción opresora de los grupos de poder. Por eso, Jesús, por medio de su encarnación, mostró una nueva “economía” de acercamiento a la realidad social, para actuar desde sus penurias y aflicciones.
Dios dejó de ser institución para transformarse en aliento vital. Jesús dio prioridad a la práctica solidaria ante la penuria humana, resaltando incluso aquellos “gérmenes” de solidaridad que se manifestaban fuera de los grupos religiosos institucionalizados. Así comprendemos que Dios se revela como Dios que ama la vida y que se da a conocer para liberar. Por ello, conceptos como “solidaridad”, “transformación”, “redención”, “liberación” se convierten en ejes para describir la persona y las acciones de Dios. Así, toda práctica redentora, transformadora, liberadora y solidaria cobra “relevancia divina”, aunque no esté circunscripta a un ámbito religioso institucional.

Conclusión
Dios se revela a partir de nuestra historia, la cual construimos en “red”. Se da a conocer al ser humano como un ser social, como una persona constituida en “red”, con capacidad para transformar y reformular todas aquellas relaciones en las que participa. Con su Revelación, Dios nos moviliza para transformar, a partir de nuestra interrelación, el entramado social en que vivimos. Así encuentra fundamento bíblico-teológico nuestro trabajo en red, lo cual nos habilita para actuar en conjunto, colaboración y apoyo mutuo en todo esfuerzo liberador.
Toda actividad transformadora, alineada con el deseo de Dios de redimir la historia, cobra relevancia.
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Taller realizado en la reunión de fortalecimiento de los equipos de Ministerios Comunitarios el 7 de octubre de 2005, Villa María, Córdoba

Para más detalles, ver el artículo “Dios en nuestra historia: encuentros y redefiniciones” http://kairos.org.ar/articuloslistmincomun.php

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