martes, mayo 19, 2009

La Tolerancia entre el error y la verdad.



por Enric Capó

En el principio de este artículo sobre la tolerancia quisiera citar literalmente la definición que de ella hace el Diccionario de la Real Academia de la Lengua:
“Respeto o consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras” .../..

Y quiero hacerlo así para salir al paso de afirmaciones falsas o sesgadas que la definen como “mirar hacia otro lado” o “hacer la vista gorda”.
La tolerancia no es una actitud vergonzante que, para no ver lo que pasa a su alrededor y no comprometerse, esconde la cabeza bajo el ala.
Todo lo contrario. La tolerancia no tiene nada que ver con debilidad ni disimulo. Es una actitud abierta y consciente, tomada y mantenida con firmeza y orgullo, que defiende los derechos de todos los hombres a expresar sus convicciones libremente y vivir de acuerdo con ellas, mientras éstas no destruyan la convivencia ni atenten contra el bien común aceptado por toda la sociedad.

La tolerancia, así entendida, no tiene nada que ver ni con la verdad ni con el error. Sólo tiene que ver con el respeto y la consideración que merecen los demás.

Hay una idea totalmente falsa que se expresa a menudo y es muy usada en círculos evangélicos fundamentalistas que afirma que, aun siendo respetuosos con las personas, no se puede ser tolerante con el error.
Parece que esta distinción entre el error y el que yerra exonera al que la hace de ser tachado de intolerante. Aceptamos las personas -dicen- pero no toleramos lo que afirman. No se dan cuenta que sobre esta base se construye el edificio de la censura, tanto en la iglesia como en la sociedad. Y la censura es una de las señales más evidentes de la intolerancia.

Si aplicamos, por ejemplo, esta actitud en el caso de la oposición de las iglesias a la homosexualidad -de la que tanto hoy se habla- pronto nos daremos cuenta de que esto nos llevará inexorablemente a marginar a los homosexuales, a no ser que éstos renuncien a sus convicciones.

El error que está en el fondo de esta manera de argumentar es la peregrina idea de que alguien puede distinguir objetivamente entre la verdad y el error. Decir que “el cristianismo es tolerante… pero a la vez es intolerante con las ideas contrarias a la verdad” es tratar de elevar la verdad subjetiva a la categoría de objetiva, lo cual no es de recibo. Siempre estará presente la falibilidad humana, la posibilidad objetiva de que estemos equivocados.
Todo discurso que se basa en la posesión de la verdad objetiva es intolerante y, más tarde o más temprano, puede llevar a la conclusión de San Agustín de que “el error no tiene derechos”. Esta doctrina se nos aplicó a nosotros, los protestante, durante la época franquista.

A los que así piensan les aconsejaría que leyeran al filósofo Karl Popper quien, en su obra “En busca de un mundo mejor”, hace un detallado estudio de la verdad objetiva y la distingue cuidadosamente de nuestras verdades. Estas son, a lo sumo, aproximaciones a la verdad. Y nos cita unos versos de Jenófanes:

Pero respeto a la verdad certera, nadie la conoce,
ni la conocerá; ni acerca de los dioses,
ni sobre las cosas de las que hablo.
E incluso si por azar llegásemos a expresar
la verdad perfecta, no lo sabríamos:

Pues todo no es sino un entramado de conjeturas”
Y añade Popper: “no existe un criterio infalible de verdad: nunca, o casi nunca, podemos estar seguros de que no estamos equivocados”.

Una de las condiciones imprescindibles de la tolerancia consiste en aprender a distinguir entre la verdad objetiva y nuestras verdades. Para nosotros, cristianos, decir que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida es una verdad que está profundamente arraigada en nuestro corazón y la proclamamos con firmeza, pero sabemos que no es una verdad objetiva.
Son muchísimos los que nos dirán que es falsa. Lo mismo pasa con el Islam cuando nos dicen que Mahoma nos transmite la última y definitiva revelación de Dios. Para ellos será cierto, pero no para nosotros.

Esto que decimos con carácter general, lo podríamos aplicar a la Biblia y su interpretación. Una cosa es afirmar la validez de la frase “sola Scriptura”, que puede ser punto de referencia de todos los protestantes, y otra muy distinta es pretender que nuestras interpretaciones particulares tengan su misma autoridad.
La tolerancia significa que cada uno proclamamos lo que creemos, sin impedimentos ni cortapisas, y nos respetamos los unos a los otros (Ro 14), sin descalificaciones ni exclusiones.
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Enric Capó

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