miércoles, noviembre 18, 2009

Por las mujeres de nuestra ciudad...




"Se inundarán en llanto mis ojos, sin cesar y sin consuelo, hasta que desde el cielo el Señor se digne mirarnos. Me duele en lo más profundo del alma ver sufrir a las mujeres de mi ciudad" (Lam.3:49-51)

Líder:
Inseguridad. Peligros. Violencia. Miedo. Desconfianza. Destrucción. Pánico. Angustia. Parálisis. Muerte...
Congregación:
Las calles del pueblo y de la ciudad cada vez nos parecen más inseguras y cruentas. Estamos preocupados y el tema recurrente forma parte de los debates diarios entre los familiares, los amigos, los ciudadanos. Muchos no quieren salir de sus casas. Otros lo hacemos con temor y zozobra. Cambian las costumbres sociales. Reina la desesperanza.
Las calles del pueblo y de la ciudad se nos volvieron temibles enemigas.

Líder:
Es una realidad. Sin embargo, las mismas y peores vivencias las tienen quienes padecen maltrato en sus propios hogares, en sus propias familias.
¡¿Cómo?! ¿El hogar no es un lugar seguro? ¿La familia no garantiza las relaciones más cercanas, cálidas y estimulantes? ¿No son los padres y las madres los que alientan el crecimiento integral de los hijos? ¿No se trata el vínculo conyugal del más íntimo y confiable? ¿No despiertan los más frágiles de la familia Ðmujeres, niños, ancianos y discapacitados- las actitudes normales de protección y cuidado?
Las respuestas afirmativas conformarían el diseño original de Dios para la familia. Un espacio de amor y contención donde todos y todas Ðgrandes y chicos, hombres y mujeres- pudieran crecer en el contexto de amor y seguridad necesarios para la salud integral de todos sus miembros. Ya sabemos: el pecado arruinó el perfecto plan de Dios.

Congregación
:
Pero no sirve o no alcanza con lamentarse sobre esta triste realidad que se repite de generación a generación.
Dios se dignó a mirarnos. Jesucristo es la provisión de Dios para la restauración del ser humano.
Ahora, como hijos e hijas del Dios de Jesucristo, confesamos que no siempre hemos actuado de acuerdo a la voluntad del Creador en nuestras relaciones interpersonales, dentro y fuera de la familia.
Además, reconocemos que muchas veces hemos sido indiferentes y no hemos tenido misericordia frente a las víctimas de violencia, y así no hemos sabido transmitir el amor de Dios por ellas.
Líder:
Por eso, con la ayuda de Dios, nos comprometemos a:
Congregación:
- Declarar que toda forma de violencia, como expresión del abuso de poder de un ser humano sobre otro, es contraria al designio de Dios.
- Vivir consecuentemente a esta declaración en todas nuestros vínculos interpersonales, dentro y fuera del hogar. Más allá de los roles de autoridad que nos toque ejercer, nos esforzaremos por respetar la dignidad de nuestro prójimo de modo que sea evidente en nuestra forma de tratarlo.
- Ayudar de modo concreto y práctico a las víctimas de cualquier forma de maltrato.
- Ser promotores de paz y de relaciones equitativas, en todos los medios en que nos toca actuar, empezando por la propia familia.
Señor: todos juntos te pedimos que vuelva la alegría, la confianza, la seguridad y la esperanza. A la familia, al pueblo, a la ciudad. Amén

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