viernes, septiembre 11, 2009

El Valor de la Paz


Por Margarita de Orellana
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos
de Dios.
Mateo 5:9

INTRODUCCIÓN:
Cuando pensamos en la Paz, lo primero que se nos ocurre es la ausencia de guerra. Pero la Paz es mucho más que eso.
Así como la Siembra comprende una suma de tareas que incluye preparar la tierra, delinear los surcos, seleccionar las semillas, elegir el momento oportuno, hacer acopio de los materiales y herramientas que se van a utilizar, y no solamente el hecho de introducir las semillas en la tierra, la Paz también implica muchas cosas.

La Paz implica preparar el terreno para que no surjan circunstancias que la puedan poner en peligro; implica que el sembrado se prepare para tan grande tarea: sembrar y cosechar.

DESARROLLO:
Nuestro mundo está dividido en grandes y pequeños hechos de todo tipo. Guerras, violencia terrorista, económica, social.

El poder puesto al servicio del egoísmo y la supremacía crea barreras insalvables para el diálogo y la solidaridad.

Esto también pasa en las familias, en el corazón mismo del hombre, de cada uno de nosotros.

Trabajar por el valor de la paz implica:
· Asumir el desafío del diálogo (no comparto lo que dices….)
· Aceptar al otro
· No ponerse en primer lugar, ni poner en primer lugar lo que es generador de violencia
· Aprender a resolver pacíficamente los conflictos

La paz, no significa solo la ausencia de conflicto, implica el vivir de tal modo que los conflictos puedan ser superados en el marco de la convivencia fraterna y respetuosa.
La paz es un espacio de encuentro y un tiempo de relaciones humanas gozosas. Convivir en tolerancia y armonía puede suponer un conflicto continuo, pero es positivo en el sentido que es una derrota continuada de la violencia.

Las relaciones humanas son siempre conflictivas y la superación pacífica y positiva de estas situaciones es precisamente la forma de convivencia armónica de las distintas culturas, pueblos, religiones, sexos, razas y demás diferencias que puedan servir de excusa para la división, el antagonismo, el odio o la incomprensión.
“Ojo por ojo terminará haciendo que todo el mundo sea ciego (Mahatma Gandhi)”
El valor de la Paz necesita de la tolerancia, de la justicia, de la igualdad, de la solidaridad, y también de la responsabilidad de los gobernantes, quienes tienen el destino de los pueblos en sus manos, para tomar decisiones acertadas que hacen al bien común.
La Paz se nutre de las buenas intenciones, de la educación, de la comunicación, del compromiso, del respeto, el salvaguardar a la familia.

Vivir la fraternidad y la armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que más se predican, en contraposición al desastre, la guerra y a todo género de conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. La paz es un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra en conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia los problemas o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el valor que tiene la paz. La paz puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier perspectiva debemos entender que las dificultades entre los seres humanos suele ser algo común. Quien no sabe vivir en paz generalmente lo identificamos como una persona conflictiva porque:- Es imposible llegar a un acuerdo, aunque sea pequeño y de poca importancia.- Tiene una marcada tendencia a buscar en las palabras y actitudes un doble propósito, normalmente negativo.- Se siente aludido y agredido ante cualquier circunstancia, y más si está en contra de sus intereses.- Busca por todos los medios "salirse con la suya" aunque esté equivocado.- En el trabajo o los negocios crea dificultades inexistentes.- Discute con facilidad.Vivimos en una época en la que se habla mucho de armonía y paz interior. Sin embargo pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar estos ideales es mediante el espíritu de servicio hacia los demás. La paz es el fruto de saber escuchar, de entender las necesidades ajenas antes de las propias. Mucho de la paz que podamos vivir con los demás radica en nuestra forma de expresarnos. En algunos momentos tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros interlocutores sin saber todo lo que tienen que decir, provocando discusiones y resentimientos. Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno, facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de superar las dificultades, pues ambas partes se sienten escuchadas.Del mismo modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto nos mueve a reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido por la excesiva dureza que tuvimos con nuestros subalternos, hijos o compañeros? La pérdida de la paz interior consecuente, se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando una imagen negativa y tal vez altanera de nuestra persona.
Una de las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está en la familia. Los esposos deben ser conscientes que al crear el vínculo conyugal, se comienza a dar la fusión de distintas costumbres y formas de pensar. El arte de convivir, olvidarse del afán de dominio y buscar el justo medio entre las diferencias, trae la armonía como consecuencia.

La Paz se hace presente en cada momento del día, en el pan en la mesa, en la dignidad del trabajador que gana su sustento honradamente, en el trato cordial de un empleado público, en los jóvenes que se preparan para ser personas de bien, en el vuelo migratorio de las aves, en un niño que aprende a cuidar un árbol, en un abuelo que sonríe, en la primera siesta de un bebé, en la evolución del ser humano hacia su destino superior, en el progreso de la ciencia aplicada a la sanación, en el respeto por la Madre Tierra, por lo sagrado, por el río, por nosotros mismos...

CONCLUSIÒN:
Como en todos los valores, se requiere la iniciativa personal para lograr vivirlos. La paz interior surge como un producto del conocimiento propio: aprender a dominar nuestro egoísmo y el deseo de tener siempre la razón; saber escuchar y comprender las debilidades propias y ajenas. Pero sobre todo: pensar en los demás siempre. Cuando esto ocurre conciliamos la paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes.
Deseo, por fin, dirigir un llamamiento apremiante a toda persona humana, para que todos nos sintamos comprometidos a ser un trabajador incansable a favor del cultivo de la paz y un valiente defensor de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inalienables. El cristiano, dando gracias a Dios por haberlo llamado a pertenecer a su Iglesia, que es « signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana » en el mundo, no se cansará de implorarle el bien fundamental de la paz, tan importante en la vida de cada uno. Sentirá también la satisfacción de servir con generosa dedicación a la causa de la paz, ayudando a los demás, especialmente a aquéllos que, además de sufrir privaciones y pobreza, carecen también de este precioso bien. Jesús nos ha revelado que «Dios es amor» (1 Jn 4,8), y que la vocación más grande de cada persona es el amor. En Cristo podemos encontrar las razones supremas para hacernos firmes defensores de la dignidad humana y audaces constructores de la paz.
Así pues, que nunca falte la aportación de todos, a la promoción de un verdadero humanismo integral, al cultivo del valor de la paz, cambiando primeramente a nosotros mismos antes de cambiar al mundo.

Gandhi:
“Nunca desvirtúen el pensamiento de un pueblo no importa que ideología o posición política y religiosa tengas, todos coincidimos en algo: QUEREMOS PAZ.

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