lunes, diciembre 29, 2008

Actitudes Pesadas



Skip Moen

Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos. (1 John 5:3 LBLA)
Gravosos – Es un gran dilema, ¿no lo crees? Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Juan nos dice que el resumen del amor de Dios se encuentra en guardar Sus mandamientos. No dice guardar los mandamientos del Mesías (aunque ciertamente pudo haberlo dicho pues significa lo mismo). Eso quiere decir que Juan debe referirse a los únicos mandamientos que conocía, precisamente, los mandamientos de la única Biblia que poseía, las Escrituras hebreas. Si éstas son palabras inspiradas, entonces no existe merito en intentar argüir que Juan no quiso decir lo que todo judío de su tiempo hubiese entendido como el termino tora. Pero he aquí el dilema. Juan dice que estos mandamientos no son gravosos. No sé qué piensas tú, pero a mí me cuesta tragarme esto. Me parece que gran parte de la instrucción de Dios en la Tora es gravosa. Sé que Juan dice la verdad, pero esa verdad no resuena en mi vida. Mejor escarbo un poco más para ver donde es que yo tengo el problema.
Juan utiliza la palabra griega barus. SI la utilizamos metafóricamente, significa gravoso. Pero literalmente, significa pesado. Puede utilizarse positiva (Matthew 23:23 “importante”) y negativamente (Matthew 23:4 “cargas pesadas). Aún más importante es que Juan hace eco a su Mesías. “Vengan a mi todos los que están cargados” (Matthew 11:28) “pues mi carga el ligera (Matthew 11:30) donde las palabras de Jesús se traducen con el sinónimo de barus. Si Juan y Jesús dicen que guardar los mandamientos no es dolorosamente difícil (y lo dice Dios mismo en Éxodo), entonces mi lucha debe ser el resultado de algo que no veo. ¿Cómo pueden Jesús, Juan y Dios decirme que seguir la Tora no me cansará cuando lo único que veo delante de mí son reglas y regulaciones que interfieren con mi vida presente?
Ah, ahora comprendo. Mi deseo de aferrarme a mi estilo de vida presente es la razón por la que estas instrucciones parecen tan pesadas. Yo no quiero cambiar la manera en que hago las cosas, así que, evidentemente, me parece difícil. Dios no me dice que la obediencia es indolora. Me dice que la obediencia cambia mis actitudes y que en el proceso de ser obediente, El alterará los deseos de mi corazón. Las instrucciones de Dios son como una caminata en la playa, pero no puedo disfrutar la caminata en la playa hasta que salga de la casa y ponga pie en la arena. Mientras luche contra Dios con mi deseo de quedarme en casa, cualquier esfuerzo de salir a la playa será gravoso. Pero una vez que sienta la arena entre mis dedos, el agua en mis tobillos y la suave brisa en mi rostro, entonces cambiarán mis actitudes.
He aquí el reto. ¿Confiaré en Juan y Jesús y Dios? ¿Decidiré que en realmente me dicen la verdad sobre los mandamientos? ¿Me comprometeré a sus exhortaciones y me convertiré en persona obediente y confiada en que al ser obediente se transformará mi antagonismo? ¿O rehusaré, pensando que sé mejor que nadie lo que me conviene? Veamos. Existe un proverbio para éste dilema. Va algo así: “No descanses en tu propio entendimiento.” Si deseas que Dios dirija tus pasos, tendrás que reconciliarte con la declaración de Juan. Si el amor de Dios se encuentra en guardar Sus mandamientos, entonces es sencillamente imposible esperar una vida de paz y gozo sin guardarlos. Podemos debatir todo el dia sobre lo extraño, incomodo e innecesarios que nos parecen, pero eso no cambia en nada la declaración de Juan. Y tampoco nos ayuda a llegar a la playa.
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